AQUA, EL LAGO PERDIDO

Atram era un país muy grande, con ríos caudalosos, extensos bosques frondosos y llenos de misterio, lagos cristalinos y mares que contaban con las más exóticas especies del mundo. Allí reinaba una grandiosa mujer llamada Aqua. No había algo que ella disfrutara más que la naturaleza de su país. Se pasaba los días en los bosques y montañas jugando con los animales que los habitaban y le encantaba nadar en las aguas de los ríos y mares y poder estar cerca de las ballenas que eran sus animales favoritos.

En uno de los muchos días soleados en Atram, la reina decidió ir al bosque a recoger frutas y a pasar el día entre la naturaleza. Ese día siempre será recordado en Atram ya que después de que la reina entró al bosque, nunca se volvió a saber nada de ella…

Siempre fue un misterio lo sucedido pero en el país se crearon muchos rumores e historias acerca de su misteriosa desaparición. En honor a la reina, bautizaron su más grande lago con el nombre de Aqua y al pasar los años, este nombre se regó por todos los países y entre todos decidieron darle su nombre al líquido de la vida, lo que hoy conocemos como Agua.

Con los años Atram ganó mucho poder económico por sus grandes fuentes de agua, puesto que muchos países habían agotado este vital recurso. Todos ellos le compraban a Atram el agua a un precio muy elevado. El país del agua seguía contando con muy buenos gobernantes pero nunca hubo uno quien pudiera siquiera alcanzar en virtudes a la inolvidable reina Aqua.

Uno de los países vecinos de Atram era Rathnaret, conocido en esa época como el "país del fuego". Rathnaret era totalmente opuesto al país del agua ya que aunque contaba con uno de los elementos más poderosos sobre la tierra, tenía muy malos gobernantes. Eran ambiciosos y solo pensaban en tener lo de otros, no se daban cuenta de lo que podrían hacer si supieran manejar y aprovechar bien el elemento con el que contaban. Su rey era un gremlin al que todo el mundo conocía como Trognus. Se dice que media más o menos dos metros de altura y que sus ojos eran tan amarillos que hacían sentir un ardor a la persona que los miraba, su piel era color pantano y era tan fuerte que podía levantar cuatro veces su peso; si había a alguien a quien uno pudiera temer en esa época, definitivamente ese era Trognus.

El ambicioso gobernante de Rathnaret planeó, junto a sus tropas, un ataque contra Atram. Su propósito era llegar a tener el poder absoluto sobre su enemigo y poder así contar con toda el agua de ese hermoso país. Al contarles su ingenioso plan a todos los habitantes del país del fuego, se hicieron grandes fiestas porque sentían que su plan era casi perfecto. No necesitarían de mucho ingenio ya que sus tropas contaban con más de nueve mil criaturas y hombres, y las de Atram no llegaban siquiera a siete mil soldados.

En el país vecino no estaban exactamente en lo que llamaríamos una fiesta, más bien todo lo contrario. Los habitantes de Atram estaban tratando de asumir una pérdida bastante grande para su país: el lago Aqua había desaparecido entre los bosques sin dejar rastro... Este lugar para ellos era, sin lugar a dudas, el más sagrado. Se decía que en ese lago yacía muerto el cuerpo de su más grande reina y en el bosque deambulaba su alma. Por esta razón, aquel lugar donde se encontraba el agua más cristalina, tenía algo de magia. Con el tiempo el pueblo había ido descubriendo que la persona que entraba al bosque nunca volvía, y si sobrevivía, el lago le ahogaba.

En una mañana, que no se caracterizaba por ser la más hermosa, llegaron, a uno de los tantos pantanos de Rathnaret, miles de criaturas, las más horribles del planeta. Todas traían túnicas rojo escarlata, armaduras medio oxidadas y, algunas de ellas, montaban en unos animales que nosotros podríamos asimilar como caballos, pero definitivamente no eran esos nobles animales, sino más bien monstruos adiestrados. De repente llegó un soldado que sobresalía entre esta gran multitud, él era Trognus gritando, con su voz monstruosa y ronca, instrucciones, tácticas y estrategias para asegurar su triunfo y la posterior decadencia de Atram.

Ellos navegaban en grandes barcos negros que median alrededor de treinta y cinco y cuarenta metros de largo, proas doradas con dragones y cañones de balas de fuego. Venían cargados con distintos tipos de armas y animales exóticos para la batalla.

Después de dos días, los barcos llegaron a Atram. Armaron sus tiendas de guerra e izaron grandes banderas rojas con su escudo que era un dragón blanco rodeado por llamas negras.

Al instante en el que desembarcaron, los guardianes de Atram que estaban encargados de esas costas utilizaron las alarmas para avisar a las tropas de su país que debían alistarse para la guerra. Y así fue, llegaron menos de siete mil soldados al campo de batalla, pero a pesar de sus pocos guerreros, el azul de sus trajes combinado con el plateado brillante de sus armaduras hacían de ellos guerreros con una apariencia totalmente diferente a la de los de Rathnaret, ya que transmitían gran confianza y seguridad, lo que los hacia ver aun más poderosos.

La batalla comenzó pero lamentablemente Atram estaba casi perdido, así que su rey Urano hizo algo que caracterizaba a la gente del agua, habló con Trognus de Rathnaret para llegar a un acuerdo sin violencia e hicieron un trato. Atram tenía dos semanas para encontrar el lago y traerles como prueba un galón de su agua, lo que garantizaría a Rathnaret que podría sobrevivir un siglo más.

Por el bien de todo el país, el rey Urano aceptó, aunque sabía que muchos de sus hombres morirían en el intento de salvar a la tierra del agua. A la mañana siguiente salieron todos los hombres que quedaban de los soldados azules, montados en hermosos caballos blancos y negros. Puesto que el país era muy grande no fue fácil su viaje. Atravesaron grandes playas, cruzaron sus lagos y ríos, pasaron por sus enormes castillos y al fin divisaron lo que habían estado buscando para conseguir la paz del país, un grandísimo bosque con millones de árboles centenarios, se oían los hermosos cantos de los pájaros y muchos más sonidos de criaturas desconocidas.

Se adentraron en el gran bosque en busca del lago que significaba la vida para ellos. Caminaban con cautela pero poco a poco se iban quedando cada vez con menos soldados, algunos desaparecían sin explicación y otros morían en enfrentamientos con animales del bosque.

Después de andar más o menos cinco días empezaron a notar un cambio en la tierra por la que recorrían, ya que el suelo era más húmedo y la vegetación era mil veces más hermosa e intensa, y mientras cada uno de los tres mil soldados que quedaban iba inmerso en sus propios pensamientos, uno a uno se fue dando cuenta de lo que tenían justo al frente... un lago que era como ningún otro, mucho más grande, con las aguas más cristalinas del reino, de gran profundidad y más que todo más belleza.

Urano bajó de su caballo con un recipiente plateado en el cual llevarían el agua que les daría la paz. Se acercaba cuidadosamente al lago para evitar cualquier accidente y cuando empezaba a llenar el recipiente con el agua de la vida algo aún más extraordinario sucedió; una mano húmeda tocó su hombro, al voltear a ver quién era el que lo necesitaba, se llevó la sorpresa de su vida. Una bellísima mujer con un hermoso vestido azul que ondeaba con el viento y unos brillantes rizos de pelo negro que caían sobre sus hombros le sonreía. El hombre estaba tan asombrado que lo único que pudo decir fue el nombre de esa hermosa mujer -"Aqua"-.

La más grande reina que Atram había tenido empezó a hablarle a Urano, le dijo que si él entregaba así fuera una gota del agua de ese lago a un enemigo, el país decaería completamente y se acabaría el agua en el resto del mundo. Le sugirió que fuera a enfrentar a Rathnaret, así estuvieran en desventaja de número de soldados, que tuvieran la fuerza que el agua les había dado durante toda la vida y que ganaran esa batalla para regalarles la paz al país. Por último le dijo que él contaría con el apoyo de ella y hasta con el del agua misma, pero que se daría cuenta a su debido tiempo de qué manera iban a ayudarle.

Cuando volvieron del bosque llegaron con el mismo número de soldados que cuando llegaron al lago, Urano habló con Trognus y trató de explicarle que no podían sacar agua de ese lago. Pero, como podía esperarse de Trognus, no hubo ninguna excusa que lo hiciera razonar entonces le declaró la guerra al país de Atram.

La guerra empezó unos minutos después. La gente de Atram estaba ahora en una mayor desventaja con respecto a la cantidad de soldados y estaban cansados por el largo viaje hasta el lago. Empezaba a oscurecer y los países llevaban una hora de batalla... por alguna extraña razón en esa época menguante apareció en el cielo una gran luna llena acompañada de una fuerte lluvia, esto fortaleció a la gente de Atram, el agua de esta lluvia no era normal, parecía tener el efecto de escudos sobre los cansados soldados de su país.

Se oyó un ruido ensordecedor que provenía de algún bosque. Parecían pasos de caballos; poco a poco, la vista se fue aclarando y empezaron a ver millones de criaturas de agua, todas ellas de un color azulado transparente, se dirigían hacia el campo de batalla y mientras iban llegando arrasaban con los soldados enemigos. Entre esta gran multitud de criaturas había un gran carruaje en el cual se encontraba sentada la reina del agua, Aqua, ella era la encargada de dirigir a las criaturas que dos horas más tarde le dieron la victoria a Atram.

Después de acabar con Rathnaret la reina corrió tras Trognus y lo encerró en una celda de la que no pudo salir; y así es como ha vivido él durante toda su vida inmortal.

En Atram se realizó una gran fiesta con festines y banquetes por todas partes. Urano le dio la corona del reino a su hijo Arturo, quien impuso que cada diez y seis de diciembre se emprendería un viaje al lago y se reverenciaría a la reina y diosa del agua. Además, se le haría una oración para pedirle cien años más de vida para el país, protección eterna y perdón por si en algún momento el hombre la dañara a ella o a lo que gobierna.

Así fue como Atram vivió cien años más y tuvo eterna protección. El país del fuego cayó en desgracia por falta de oxígeno y los dioses se llevaron su elemento por usarlo para el mal.

LOS GUARDIANES DEL AGUA

Érase una vez una vereda llamada la Palma, en donde había una quebrada muy limpia en un pasado. Esta quebrada era de la comunidad que disfrutaba de la pureza del agua y seguía siendo así por mucho tiempo; hasta que un día vino a la vereda un hombre muy malvado llamado Liborio Cárdenas "el Tigre destructor"; lo llamaban de esta forma porque acababa con todas las quebradas que visitaba.

¿Cómo las acababa? Trayendo una gran cantidad de costales de harina para que las personas que estuvieran interesadas en lavarlos y recibir plata, podrían realizar esta actividad. Algunas personas aceptaron la propuesta del "Tigre destructor" sin pensar que estaban acabando y contaminando la hermosa quebrada y la que también les traería muchas enfermedades; lo que no sabían era que Liborio Cárdenas "el Tigre destructor", en las noches se convertía en un horrible monstruo que se escondía en el agua para que la gente no descubriera su rostro tan temible y su cuerpo tan horroroso. Este monstruo, mientras estaba en el agua, le gustaba atrapar pececillos para comérselos y nunca le podían faltar; por esa razón cambiaba tanto de quebradas, pero no echaba de ver que los peces se morían por su propia culpa porque al lavar los costales con químicos, iban directo a los peces y los envenenaba.

Después de mucho tiempo vino a la vereda un señor llamado José, el cual también le tenían un apodo que era José Aguas, pero era muy diferente al "Tigre destructor" porque a él le gustaba cuidar el agua y la naturaleza.

José Aguas decidió venir a la vereda porque donde vivía no tenía oportunidad de cuidar el agua ya que sus vecinos la contaminaban y él no soportaba eso, entonces averiguó que en la vereda La Palma había una quebrada muy limpia llamada la San Francisco y decidió ir a disfrutar de ese bello paraíso, pero cuando llegó, qué sorpresa tan grande se llevó pues vio cómo lavaban costales y la intoxicaban con otras cosas; al ver esto, quedó muy asombrado y pensativo pues tenía que solucionar este problema. Regresó a su casa muy triste y angustiado porque en esta vereda tampoco cuidaban el agua y unos días después volvió a la vereda y habló con Liborio Cárdenas alias "el Tigre destructor" y le pidió el favor de que no continuara esa actividad pero "el Tigre destructor" lo ignoró y no le hizo caso; José Aguas se quedó hasta que llegara la noche y así disfrutar de una tranquilidad y pensar mucho mejor. ¡Pero... qué sorpresa!, vio cómo "el Tigre destructor" se zambullía en el agua convirtiéndose en un horroroso monstruo. Al verlo, se quedó paralizado pues esto no era normal; después de pasar tremendo susto causó un ruido y el monstruo se asustó y observaba todo lo que había a su alrededor hasta que pudo localizar a José Aguas, con quien trató de dialogar y convencerlo de que no siguiera dañando el tesoro más lindo del mundo: ¡el agua!, pero el monstruo huyó.

Al siguiente día lo esperó a la misma hora y sin dejarse ver le dijo:
-Veo que te encanta el agua y los pececillos.
El monstruo con voz ruda contestó:
-Sí, los amo.
José aguas le replicó:
-Si te encantaran, no los ensuciarías con esos costales que has traído, ¿nunca has pensado que eso los afecta y terminará con ellos?
Inmediatamente el monstruo desapareció como por arte de magia.
José Aguas muy asombrado e inquieto por esa situación, se preguntó:
"¿Después de tal diálogo, lo habré logrado convencer?, ¿cambiará de parecer?".

Al día siguiente, José Aguas fue a visitar a Liborio Cárdenas quien tenía una apariencia muy señorial, servicial y noble. ¡Quedó abismado!, ¡sorprendido! y por un momento dudó de la primera imagen que tuvo de él. Al mismo instante pasó por su mente aquella mirada demoledora, destructora y malvada, con ese cuerpo deforme y peludo que se sumergía en el agua aquella noche; esto lo hizo volver a la realidad. Y dirigiéndose a él le dijo:

-¡Hola! ¿Te acuerdas de mí? Soy el que sabe tu secreto, al que anoche le demostraste tu amor por el agua y de la cual me surgió una inquietud: ¿por qué si amas el agua, la contaminas?

El Tigre destructor le respondió:
-Por vivir en el agua y cuidarla, mis padres me condenaron a que la tenía que impurificar, así yo estuviera opuesto.
José Aguas interrumpió muy angustiado; ¿Cuál será la contra, el antídoto? ¿Cómo deshacer la condena?

El Tigre destructor respondió:
-Poniéndome un anillo que me dejaron mis padres luego del castigo y que al instante murieron sin darme ninguna indicación. Ya lo he intentado pero todo ha sido inútil.

José Aguas dijo:
-Hagamos el intento esta noche, nos vemos a las 12 en el mismo sitio de ayer, estoy seguro de que lo lograremos.

Llegó la noche y el trato se cumplió; los dos estaban allí intentando que "el Tigre destructor" se colocara el anillo y mientras más luchaban, no lo conseguían, hasta que de pronto apareció una luz en el agua que dio reflejo al anillo permitiéndole ensancharse y penetrar en el dedo gordo que tenía en medio de su mano derecha; logro que se obtuvo después de intentarlo con cada uno de sus quince dedos, y en contracorrientes de agua que impedían encontrar el dedo indicado para ponérselo.

Desde aquel instante todo cambió pues aparecieron en un lugar donde sólo había agua y naturaleza y donde ellos podrían disfrutar de lo que más querían. Y así, desde aquel momento, José Aguas y "el Tigre destructor" se convirtieron en los guardianes de aquel líquido precioso y refrescante que es el agua.