El Archivo Fotográfico de la Biblioteca Pública Piloto (bpp) es una especie de colosal nevera que guarda más de 1.700.000 imágenes dormidas en la penumbra, en las estanterías metálicas, cobijadas con telas oscuras; el lugar es un habitáculo amplio de altas paredes y luces apagadas.
La gélida temperatura, la baja humedad y la ausencia de luz mantiene lejos a los ácaros y demás microrganismos que pretendan darse un festín fotográfico, garantizando que el material no se degrade y se conserve en el tiempo.
En el 2012, la UNESCO declaró como “Registro regional de la Memoria del Mundo para América Latina y el Caribe” al Archivo Fotográfico de la BPP. Desde entonces, la biblioteca ha construido su propia definición de patrimonio:
“Es algo que supera el umbral de lo meramente antiguo y en cambio transita por las características de lo inestimable, lo irrepetible y lo irremplazable, y que amerita trasmitir el legado a generaciones futuras”.
De ese gran fortín de imágenes, la BPP ha analizado, interpretado y digitalizado 25 mil, las cuales están disponibles para cualquier investigador, estudiante o curioso en la plataforma virtual.
El acceso físico es restringido, por asuntos de conservación, y está disponible solo para aquellos que justifiquen un proceso investigativo que amerite sacarlo a la luz.
Un archivo semejante debe conectar los asuntos patrimoniales con los temas actuales de la ciudad. Por eso, además de salvaguardar ese material, una misión de la BPP es la divulgarlo para que más personas, sin importar su oficio ni su origen, puedan conocerlo.
La idea es que estas imágenes, más allá de ser un preciado recuerdo, contribuyan a la reflexión sobre temas actuales como el feminismo, la diversidad sexual, el medioambiente, la expansión urbana, entre otros.
“Si esas conexiones no se hacen, entonces vamos a tener un montón de material viejo; pero si logramos conectar esas cosas, comprendemos un pedazo de la historia que tiene mucho para contarnos”, dice Esteban Duperly, coordinador del archivo fotográfico.
La BPP ha logrado hacer estas conexiones con colecciones particulares como las del fotógrafo Benjamín de la Calle (1900 a 1936), quien trabajó para el Ferrocarril de Antioquia y para la Policía, retrató a los personajes de la curia, de la oficialidad y a los millonarios de Medellín.
De la Calle era un fotógrafo a sueldo. Sin embargo, también tenía otro tipo de fotos en lo que se intuye, era su trabajo más personal. Era el fotógrafo de los distintos.
“En sus fotos uno se encuentra a hombres caracterizados como mujeres, personas con defectos físicos, gente de diversidad étnica; uno encuentra eso que llamamos ‘lo diferente’, a lo que apenas en nuestra contemporaneidad estamos empezando a valorar. A pesar de que fue un fotógrafo de principios del siglo XX, su obra sigue siendo muy actual”, comenta.
Dentro de poco, la BPP abrirá el Museo Interactivo del Archivo Fotográfico. Los visitantes podrán jugar a intervenir fotos antiguas, pintarlas con colores pasteles como los hacían los fotógrafos en el siglo pasado, cuando las fotos eran a blanco y negro.
Podrán sentarse en un cómodo sofá, como si estuvieran en casa, a sumergirse en viejos y asombrosos álbumes que guardan historias de diferentes épocas de la ciudad. También conocerán otros tesoros: daguerrotipos, cámaras análogas, prensas, máquinas de escribir…
Acercarse a esa forma de la memoria, contemplando las fotografías que han capturado la transformación de Medellín, es asomarnos en el reflejo de lo que hemos sido, para mirar, en lo que hoy somos, el efecto de ese largo camino que nos precede como sociedad.
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