“Vivimos en la tierra como si tuviéramos otra a la que ir”
– Terry Swearingen (activista ambiental estadounidense).
Desde hace más de una década, la saturación de noticias, estudios científicos y la misma Tierra nos está hablando con premura de un cambio climático; es cuestión de leer las señales, que, a simple vista, no es una tarea fácil. El activismo por la lucha de la preservación del medio ambiente se escucha en las calles, retumba en las redes sociales y los gritos se traducen en llamados de atención a las grandes empresas, que deben re-pensar sus maneras de producción, para hacer una transición por unas menos invasivas con los recursos naturales; formas de producción más sostenibles.
Con todo esto, surgen nuevas alternativas alrededor de la sostenibilidad, en donde mentes ingeniosas desde diferentes áreas del conocimiento han llevado a cabo la importante misión de poder desarrollar soluciones que resguarden las necesidades de la sociedad, sin comprometer el futuro del planeta. Por ejemplo, desde la arquitectura y el urbanismo podemos distinguir la construcción de ecosistemas siendo transversales a la vida de los seres humanos, porque a partir de allí se construye el hábitat: la visión de las personas frente a su espacio físico, lo cual hace que se sientan seguras y parte de algo más grande, que va más allá de las paredes. Incluso, se ha buscado la integración de nuevos métodos innovadores que protejan tanto la tierra como las personas, a lo que se le suma el diseño industrial y su concepto de la eco-innovación donde se busca crear servicios o productos que ayuden a reducir el impacto ambiental global, optimizar las fases de producción y hacer un uso eficiente de los recursos.
Ahora, dirigiendo nuestra mirada hacia el campo y las ruralidades, el valor siempre se encontrará en lo que se hace con las manos, lo que se logra labrando la tierra. En los últimos años, se ha vuelto prioridad ser cada vez más conscientes de hábitos como la alimentación, la higiene, la salud física y así es como llegan las iniciativas de los mercados campesinos sostenibles, viajando hasta la ciudad para brindar productos cosechados naturalmente y con una calidad nutritiva que se había disminuido por los multiprocesados de las grandes cadenas de mercados. Es importante mencionar el boom femenino alrededor de la copa menstrual que permite ahorra más de 7.000 toallas en el ciclo de la mujer. Incluso, objetos como los cepillos de dientes y los pitillos, que han sido poco a poco reemplazados por materiales como el bambú o el metal.
Por último, dando un salto en el tiempo al futuro, que pensábamos no llegaríamos a presenciar, está la inteligencia artificial. Aquí las opiniones están dividas: la amenaza de vernos desplazados laboralmente por la tecnología o la oportunidad de tomarla como una herramienta que puede permitir al ser humano crear y expresarse de nuevas maneras. Una cosa es cierta y es que, según lo informa el periódico El País, el caso de ChatGPT ha logrado en 6 meses lo que Facebook logró en una década. Esta
ha batido récords en todos los ámbitos, teniendo a solo cinco días de su lanzamiento más de 1.000.000 de usuarios registrados.
Es inevitable pensar lo que se podría alcanzar, integrando estas nuevas prácticas y tecnologías desde una consciencia colectiva y sostenible. Es por ello que, desde la Biblioteca Pública Piloto para América Latina, seguimos convencidos de que promover espacios co-creativos para la discusión y la participación de la ciudadanía relacionado a la sostenibilidad permitirá que desde áreas como la cultura, el pensamiento crítico, las artes, la lectura y la oralidad, expandirá aún más el mensaje y la búsqueda de las mejores soluciones para los escenarios que se viven en la actualidad.
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