¡No! No digas que es cosa del destino,
tampoco que Dios así lo quiso
o que las cosas pasan porque sí,
porque tenían que pasar.
¡No!, nunca más lo digas
porque eso no es verdad,
no hay efecto sin causa
y lo que está pasando claro que tiene causas.
Desde siempre el hombre ha estado en guerra
consigo mismo, con quienes lo rodean,
con el espacio, con la naturaleza…
Desde siempre ha chocado con todo aquello
que se opone a sus una y mil ambiciones
y por eso hace la guerra, porque ama la guerra,
porque quiere sentirse superior a todos,
porque quiere alimentar a su ego,
porque no respeta a nada ni a nadie
ni mucho menos se respeta
porque se cree único, porque quiere
saberse y sentirse único y autoamarse,
porque quiere conquistar, avasallar,
imponerse e imponer su pensamiento,
sus deseos, sus mezquindades, sus…
Lo que pasa no es cosa del destino,
tampoco porque Dios así lo quiso. ¡No!,
lo que pasa es cosa del hombre, de los hombres.
El hombre quiere dominar el mundo
y para eso tiene la ciencia y los hombres de la ciencia
y sus laboratorios y sus hipótesis y sus experimentos
y lo que encuentra tiene que ensayarlo, comprobarlo
y nada mejor que otros hombres para hacerlo
y luego para castigarlos y para crear terror
y así se tiene la bomba atómica y los muertos
en Hiroshima y Nagasaki, y el estallido
de la planta nuclear con su carga de muertos de Chernobil
y el Sida y las una y mil guerras y guerritas
que se estimulan para alimentar egos,
para vestir vanidades, para enriquecerse con el poder.
No!, la pandemia última no se ha dado
porque Dios así lo quiso, hoy existen serias sospechas
de que la ambición de poder es el fuego que ha alimentado
los laboratorios para hacerse a un arma
de destrucción masiva que haga viable
el permitir hacerse dueño de un mayor poder.