Gustavo Álvarez Gardeazábal es junto a Gabriel García Márquez, parte de los arquitectos, constructores o artesanos de la palabra, que lograron edificar un universo local y a la vez universal de la fragmentada y violenta historia nacional de Colombia. La buena literatura en Colombia posee la doble condición de ser ficción o entretenimiento y a la vez testimonio o documento de una realidad que por lo general es controlada, dosificada y en algunas ocasiones oculta, modificada o tergiversada. Ese universo del relato novelesco es a la vez reconstrucción, reflexión y catarsis de un entorno donde Macondo y Tuluá se presentan como arquetipos de la nación colombiana; de ambos, el hijo de Aracataca y el niño rebelde de Tuluá, cada uno, en sus respectivos universos, son los gestores de una literatura nacional producida en el siglo XX de valor universal.
Entrevistado por un medio de la Universidad del Valle, Gustavo Álvarez Gardeazábal es interrogado por académica respecto a ¿Cúal podría ser la procedencia de su vena artística? o ¿qué lo pudo conducir por el universo literario?, el autor de Cóndores no entierran todos los días expresó:
“Yo no creo que tenga una vena artística, recuerdo sí al abuelo Marcial Gardeazábal que era dueño de la librería Minerva en Tuluá en 1911. La educación que éste debió haber dado mi madre que era una artista y humanista, que pintaba y tocaba el violín y era una gran lectora; por el otro lado un padre antioqueño, autodidacta, que no puedo estudiar sino hasta segundo de primaria, pero se pasó toda su vida leyendo; entonces yo lo que he recogido con el paso del tiempo es que empecé a leer, eso sí, precozmente. Soy precoz en la lectura y no he parado de leer; entonces, no creo tanto en la vena artística, como en la gran capacidad de leer, de observar y de poder contar.”
Su obra de mayor reconocimiento, en una considerable proporción, está identificada y ubicada en los tiempos de la violencia bipartidista en Colombia, pero el autor del El Divino tocará en muchas de sus ficciones temas como: el fetichismo religioso, la corrupción política y religiosa y el poder local de gamonales o caciques regionales, una suerte de señores todopoderosos de la región, que gobiernan la fragmentada geografía de Colombia al estilo de una satrapía.
Escribe Justo Fernández López, para el sitio Hispanoteca, sobre la obra del colombiano.
“Su obra se caracteriza por su gran fuerza descriptiva y su estilo directo y carente de casticismo retórico. Sus palabras desnudas y escuetas muestran la realidad de las cosas y los vicios que corrompen a la sociedad colombiana, rasgo que lo ha convertido en uno de los autores preferidos del público.
El universo de su narrativa se centra en su tierra natal, con ramificaciones al Valle del Cauca, y sus temas recurrentes son la extensión de la violencia indiscriminada, la superchería milagrera en que se sustenta el conservadurismo religioso hispanoamericano, el poder omnímodo de los grandes terratenientes, las nuevas bolsas de riqueza generadas por la expansión del narcotráfico, la corrupción generada por el sistema caciquil de los gamonales y las crisis ideológicas de los sectores progresistas.
Característica común en la narrativa de Álvarez Gardeazábal es la de presentar al vivo personajes locales, convirtiéndolos en prototipos de la condición humana. Gustavo Álvarez Gardeazábal es el iconoclasta perfecto que sin miedo a la sociedad y utilizando un estilo agresivo y franco destapa las ollas podridas de la vida contemporánea. Autor de narrativa de violencia, es también el desenfadado relator de costumbres y vehemente censor de los poderosos. Su obra mantiene unidad de acción y propósito, y a través de sus bobos, sus homosexuales, sus prostitutas, sus divinos y un conjunto heterogéneo de pintorescos títeres locales, describe la comedia humana.”
Considerado uno de los escritores colombianos más leídos y estudiados en el mundo; nace en Tuluá un 31 de octubre de 1945. Escritor prolífico de novelas, cuentos y ensayos; sus narraciones han dado lugar a versiones cinematográficas y telenovelas. Su obra ha sido traducida en diversas lenguas, entre las que se encuentran: el inglés, francés, italiano, alemán y chino.
Con una trayectoria política decidida por su región y su ciudad: fue el primer alcalde de Tuluá elegido por voto popular en 1988, posteriormente asumió un segundo periodo. Elegido Gobernador del Departamento del Valle de Cauca para el período 1998 y 2001, sin embargo, no logra terminar su periodo, debido a sus enemigos políticos, que lo hacen renunciar para asumir su defensa.
Junto a su robusta producción narrativa y a su vida política, ejerció el periodismo. Fue por casi una década, la voz periodística del programa La Luciérnaga de Radio Caracol. En compañía de ese otro gigante de la Radio, Hernán Pelaez Restrepo. Para el diario El Tiempo el escritor expresó los particulares motivos de cómo fue retirado del Programa Radial.
Luego desde Porce, su refugio natural y familiar, escribe en el 2016 El Resucitado, “Una historia polémica que no dejará indiferente a nadie, donde se trazan paralelismos entre la vida de un capo y la de Jesucristo.” Luego vinieron: Un anarquista de derecha y antología de crónicas, 2017. Un anarquista de derecha es una recopilación de una selección de sus ardientes columnas de prensa publicadas en diarios, semanarios, “cadapuedarios” y revistas de los los más exóticos lugares de nuestro país donde pudo expresarse, hasta que sus propietarios no dejaron correr más tinta de su pluma.
Llega 2018, el autor publicó “Las guerras de Tuluá”, construida a partir de 20 relatos, algunos de ellos con personajes del corregimiento Nariño de Tuluá, como lo son: El último rezado y la Mano de Burrigá.
En entrevista para el diario el Tiempo sobre esta obra el autor expresó: “El señor que me vendió los libros me dijo: Es la primera vez que aquí, en Tuluá, vendo 700 ejemplares. Como ahora no se hacen libros en grandes tiradas, sino digitales, sacan 300 al comienzo y si se venden, van sacando. Esta vez se editaron 3.000 porque sabían que lo mío se vendía, la Nacional lo dejó agotar, tuvieron que hacer otra edición”.
EL 24 de noviembre de 2019, por sus redes sociales, Gustavo Álvarez Gardeazábal anuncia:
“Soy un muerto que sin morirse lo echan de un cementerio. Logia de masones que se apoderó del Cementerio Libre de Circasia donde había pactado con su fundador mi tumba, me echaron. El Museo Cementerio San Pedro Medellín me abrió sus puertas al lado de Isaacs y Carrasquilla.”
Mientras todo lo natural llega, el autor del Bazar de los idiotas, sigue escribiendo en medios y en redes sociales, siempre haciéndose sentir de lo que piensa del acontecer político del país.
Ya la tumba y el epitafio están listos en el Cementerio de Medellín, un medio local cubrió la noticia. Ahora Álvarez Gardeazábal descansa tranquilo en su Porce del alma; posiblemente quería resolver el asunto de la muerte, porque el cuento del Tulueño sin duda, es la vida. Es posible que esté escribiendo su siguiente libro mientras le damos forma a estas palabras en su homenaje.
Revisando la información antes del cierre de este comentario, nos enteramos que la Universidad del Valle, en el presente año, realizó un documental sobre la vida de Gustavo Álvarez Gardeazábal, con el nombre: “La Tinta de la Vida.” De este material solo pudimos ver su promoción por la Web. Esperamos desde Medellín ver pronto ese documental.
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