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Epifanio Mejía y su oda por la libertad de Antioquia

El 9 de abril de 1838, en la tierra de Yarumal Antioquia, nace el poeta José Epifanio Mejía Quijano. Yarumal también es cuna de importantes figuras de la época como el pintor Francisco Antonio Cano, cuyo nombre distingue, desde 1982 la casa de la cultura de Yarumal. El maestro Cano elaboró tal vez, la imagen icónica más distintiva de la génesis de Antioquia, la obra Horizontes, donde una pareja de adultos con un bebe de brazos dirigen su mirada hacia horizonte promisorio y vendito de una tierra prometida; allí mito y realidad se conjugan en aquel cuadro, que como promesa mística, heredaron  los colonos de estas tierras frondosas y de montes  espesos.  Aquí en estas tierras promisorias, construirán su casa y tendrán sustento. 

El primer dato de una imagen fotográfica realizada en Antioquia lo encontramos en la imagen de la dama Floriana Sáenz de Lince, daguerrotipó realizado  por el alemán Emilio Herbrüger  en el municipio de Rionegro en 1849; aunque  un año antes, Fermín Isaza abrirá  un estudio fotográfico en Medellín, para realizar imágenes con la misma técnica, como  aparece anunciado en el periódico El Antioqueño Constitucional; aunque muy pronto Fermín   regresará  a Bogotá donde ejercerá el oficio  de pintor hasta su muerte. Estos datos los consolido Miguel Escobar Calle, quien elaboró la primera cronología de la fotografía en Antioquia. 

La tercera figura que queremos destacar de Yarumal es el fotógrafo Benjamín de la Calle, quien comenzó a trabajar la fotografía en Yarumal en el estudio fotográfico de su hermano Eduardo. A los 28 años se estableció en Medellín en 1897. Estudio fotografía con los fotógrafos Gonzalo Gaviria y Emiliano Mejía Restrepo al finalizar el sigo XIX. Fue soldado en la Guerra de los Mil Días y después abrió un establecimiento fotográfico en la carrera Alhambra, y posteriormente en la calle del Carretero, cerca de la plaza de mercado. En agosto de 1909 modifico su nombre y le agregó “de la” a su apellido, lo que sonaba con un aire de abolengo y alta alcurnia. Tras la muerte del fotógrafo en 1934 su archivo pasa Su hermana Mercedes quien quedó con el archivo fotográfico, que legó a la Fundación Antioqueña para los Estudios Sociales (FAES) y después a la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina.

El poeta Epifanio Mejía era hijo de campesinos y poseedores de un pequeño terreno en las inmediaciones del municipio, realizó sus estudios de escuela primaria, donde aprendió a leer y a escribir (Roselli, 1987). Sus padres, deseándole un futuro más prometedor, lo envían a casa de su tío Fortis Mejía en Medellín. Allí se desempeña como comerciante, vendiendo telas y otros enseres en la tienda de sus parientes (Restrepo, 1958).

En 1864 conoce a Ana Joaquina Ochoa, con quien se casa; el nuevo hogar albergará   a doce hijos. La unión llegaría a su fin tras dieciocho años, pues es entonces cuando la enfermedad mental empieza a atacarlo (Roselli, 1987).

Para la historiadora Alejandra Guarín Téllez quien cita al escritor y sacerdote Félix Restrepo Mejía, Epifanio Mejía presentó un primer acceso de agitación y locura, cuando éste alcanzó sus  32 años. Destaca la historiadora: “Alucinaba con una supuesta musa que le colaboraba con sus poemas. Además, tiene manifestaciones de violencia contra sus hijos. Su hija Margarita recordaba, muchos años después, que la dolencia de su padre había empezado a manifestarse tras haber sido presa de una fuerte fiebre. Un mes más tarde el poeta se vio inmerso en una profunda melancolía, presagio de su mal (Restrepo, 1958).

En busca de alguna mejoría y por prescripción médica el poeta enfermo regresa al ambiente de su niñez, se trasladó a El Caunce (Yarumal) donde vivirá tranquilo y sin aflicciones durante los próximos seis años. A finales de 1876, empieza a presentar algunos síntomas de aislamiento, autismo y ensimismamiento. Cerca de la vivienda, sus familiares lo hallaron jugando con la espuma del río. Los campesinos de la región aseguraban que el poeta había sido hechizado por una sirena (Roselli, 1987). Otros afirmarán que lo vieron contaminar sus alimentos con tierra. 

Las causas de la enfermedad resulto un misterio: aparte de la sirena, se habló de un exceso de estudio y de trabajo, sus preocupaciones económicas y los antecedentes familiares. Recordemos que el siglo XIX fue para el territorio antioqueño escenario de guerras y enfrentamientos, es muy probable que este entorno inestable quemase el espíritu de esta alma sensible. 

De nuevo es trasladado a Medellín donde es internado en el manicomio de Aranjuez, allí el poeta no gusta de las visitas prolongadas de sus conocidos y amigos. 

De manera particular, la enfermedad de Epifanio se manifestaba de manera esporádica, pues su comportamiento era de común tranquilo y sosegado. A veces el poeta se veía atacado por accesos de extraño frenesí, como los describiera su biógrafo, el padre Félix Restrepo. El poeta pasaba gran parte del tiempo embebido en sus propias fantasías, creyéndose el autor de un poema alusivo a la historia del mundo o el Colón de la tierra de la Soledad, un continente fantástico donde “no hay tabaco, ni candela, ni periódicos y donde vive Zaida, que se viste de las flores del jardín y es como una rosa de Alejandría” (Restrepo, 1958).

El poeta había cultivado numerosas amistades durante su vida antes del desarrollo de la enfermedad. Así, varios intelectuales prestantes acudían al manicomio para saludarlo, inquirir sobre su estado de salud y deleitarse o inquietarse con sus ocurrencias y desvaríos. Juan de Dios Uribe y Antonio José Restrepo lo visitaron en 1893. “Su aspecto era ya el de un viejo decrépito, cuya única entretención era fumar mientras reposaba en una celda desmantelada con una cama por único mueble, en el suelo desnudo, de tierra bermeja” (Silva, 2000).

La única cura contra la locura por aquel tiempo era el encierro. Gracias a los testimonios que se conservan sobre el comportamiento del poeta, Humberto Roselli señala los aspectos más importantes de su mal: trastornos de pensamiento, delirios y alucinaciones. El único término médico que se le adjudicó a la enfermedad fue el de melancolía, entendida como una locura generalizada, concentración lúgubre del espíritu y carácter meditabundo. Afirma, además, que hoy en día se le hubiera catalogado como esquizofrénico, todavía una enfermedad de causas desconocidas y pronóstico reservado (Roselli, 1987).

Es muy probable, que la foto de Benjamín de la Calle le tomase al poeta y donde éste aparece de chaqueta sentado y escribiendo, sea una puesta en escena, como las tantas que el fotógrafo construiría en su gabinete fotográfico para artistas, raros y mariposos. Es igualmente posible, que el fotógrafo trasladase parte de su gabinete al manicomio para realizar la imagen del venerable poeta caído en desgracia.  

Benjamín de la Calle enriqueció la imagen de estudio y añadió profundidad y composición a sus retratos con telones, columnas y atrezos; metió al estudio el mar y las montañas acomodo allí y dio imagen a lo anónimo y a lo raro eternizó en sus  vidrios. Como registrar el espíritu desquiciado de un alma generosa, que enloqueció por el color de las rosas y por las cimas de las montañas inexpugnables de una patria llamada Antioquia. 

Epifanio Mejía emancipo la naturaleza de nuestras montañas, le dio voluntad y trazo con sus palabras a las corrientes de nuestros rios y destacó con sus poemas el duro trabajo de los pioneros que conquistaron las montañas y descapotaron la selva. Ese es el legado imborrable de un poemario épico y fundacional de nuestra cultura.   

 En 1962 mediante Ordenanza y con la música del payanés Gonzalo Vidal, el Departamento acoge las letras del poeta como las astas de su canto de independencia y es tan fuerte los lazos que unen a Medellín con su región que la ciudad acogió el himno del Departamento como su propio himno en el 2002. 

No es extraño ver a un paisa cantar con hondo canto y con los ojos inundados en lágrimas estas estrofas llenas de libertad y de alegría: 

¡Oh libertad que perfumas
las montañas de mi tierra
deja que aspiren mis hijos
tus olorosas esencias!

La Poesía de Epifanio Mejía todavía resuena en el alma y el corazón de todos los hijos de Antioquia.  

Frases y poemarios:

  • He tenido horas tristes y placenteras horas:
    por eso son mis versos crepúsculos y auroras.
    Epifanio Mejía, Crepúsculos y auroras, 1866
  • Serenas son mis tardes con arreboles; cargadas de silencio pasan mis noches; y mis mañanas bulliciosas y alegres llegan a casa. 
    Epifanio Mejía
  • Fue tu sonrisa la aurora mía, fue tu mirada mi ardiente sol; ¡no tenga tarde nuestra alegría! ¡no tenga noche nuestra pasión! Pasó la aurora con su fragancia, el medio día con su esplendor;
  • ¡No pases nunca, sonrisa mía! ¡no pases nunca, fuego de amor! Tarde, ¡no llegues con tu agonía! Noche, ¡no enlutes tanta ilusión!
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