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CONCURSO DE CUENTO INFANTIL PEDRITO BOTERO. ANTOLOGÍA 2005 – 2015

 

Llegaron los cuentos escondidos en los sobres, en disquetes o manuscritos con la letra insegura cuando se tiene apenas ocho años y sigue el camino de un renglón. Sabemos lo difícil de expresarse frente al papel, quitarse el miedo, contar lo que no sabíamos que éramos capaces de contar. Para cada uno de los concursantes representó el descubrimiento de su posibilidad creativa: “Yo sí puedo. Las letras y sus cuerpos de palabras obedecen a mi pensamiento. Recreo experiencias, invento personajes. Confían en mí, puedo volver mañana y los encontraré, me esperan al acecho sobre el papel pero también puedo modificar sus aventuras. Soy dueño de ellos y de ellas, las palabras”. Es la embriaguez de los primeros trabajos, tanto en literatura como en pintura. En arte. Algunos seguirán esa vía, otros la recordarán como un momento feliz.

¿Qué nos enseñan los niños a través de sus cuentos? Nos sorprenden la claridad de sus juicios, su manera sencilla y justa de enfrentar y resolver dificultades y conflictos, su ética porque la tienen el sentido de la injusticia, sea frente al racismo, a la situación de niños desplazados, a la pobreza, al hecho de ser adoptados. Discriminaciones sociales y raciales traducidas en cuentos y dibujos. Sueñan con una sociedad generosa, sin violencia. La familia es el puerto seguro, los abuelos un ancla. La muerte de alguno de ellos los angustian, la separación de los padres los vuelve frágiles. La falta de amigos los puede llevar a escaparse, buscarlos en un bosque, también en la calle. La amistad no es fácil, pone a prueba a los pequeños: uno debe merecerla, no se entrega a cualquiera.

Cuando vienen del campo a la ciudad no se sienten bien: Medellín les parece construida a la escala de Fernando Botero: la muchedumbre ciega, el ruido, el atropello, los edificios, se sienten extraviados y sólo quieren regresar al pueblo, a Santa Elena, a Abejorral. Lo mismo pasa cuando se ven obligado a vivir en otro país. Colombia es la dimensión de sus vidas.

Así que nos enfrentamos a niños que poseen sabiduría, nos enjuician: a menudo son padres que no fuimos, el reproche por una sociedad que nos da vergüenza entregarles. Nos dan el ejemplo. Son idealistas, conservan la fe. No les fallemos.

Queremos comunicarles, nosotros los jurados, que todos han ganado. Una selección fue obligatoria pero entregamos a cada uno una constancia de su participación. Por eso mismo: nos enriquecieron y tanto sus colegios como su comunidad van a disfrutar sus textos cuando los lean.

Gracias a las familias por el estímulo que les dieron, a cada uno por su confianza hacia nosotros y esa muestra porque no decirlo de amistad

Claire Lew de Holguín
Noviembre 2005

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