Es probable que Ciro Mendía, uno de los poetas y dramaturgos más conocido dentro de la tradición literaria colombiana, sea más reconocido como poeta que como dramaturgo. Si bien se destaca entre los poetas nacionales, es menos prominente en la escasa tradición de dramaturgos del país; su nombre ni siquiera figura en el artículo “El teatro en Colombia en el siglo XX”, publicado en 2016 para a Revista Credencia, por el reconocido investigador, dramaturgo y guionista, Carlos José Reyes.
Esto probablemente porque su entorno y producción no trascendieron los contornos de Antioquia y el viejo Caldas. Similar suerte correrá ese otro antioqueño nacido en Santa Barbara, José Manuel Freidel, quien en tiempos más contemporáneos sembró una semilla por el teatro en Medellín, entre las décadas de setenta y noventa del siglo pasado y que, por la intolerancia y la violencia, le fue arrebatada la vida en 1990, pero dejemos para otro momento recuperar la obra de Freidel, será nuestra modesta labor en el presente, elevar con voces reconocidas el reconocimiento y trayectoria de Ciro Mendía como poeta y dramaturgo.
El primer texto que presentamos es de Carlos Edmundo Mejía Ángel, en este, el propio autor, como parte de su diario inconcluso, habla de su nacimiento en el municipio de Caldas, Área Metropolitana del Valle de Aburrá. Nótese la picaresca y agudeza de sus palabras:
“1 de mayo. Un día como éste, hace ya mucho, nací, en una aldea de Antioquia. No sé si en esa época se celebraba ya el Día del Trabajo, porque a mí me costó muy poco trabajo nacer, pues fui el último de los nueve hijos de mis padres. Muchas veces no hubo en mi casa almuerzo ni merienda. Nací en la pobreza más completa. Porque mi padre, el hombre más inteligente del pueblo, se fue contra la corriente fanática, predicando ideas liberales, no asistiendo a misa, empinando el codo y dándoselas de hombre libre. Fue excomulgado, por un periodiquín manuscrito que redactaba él solo, lo sitiaron por hambre los curas y a la postre tuvimos que abandonar la población y emigrar hacia otra del norte”.
Luego que la familia se asentara obligada por las circunstancias en Yarumal, el aun niño Carlos Edmundo, ingresó a la academia militar por recomendación del General Rafael Uribe Uribe. Allí no sólo recibiría instrucción militar sino formación académica, entre la rigurosa disciplina el poeta entendería al igual que sus superiores, que estaba destinado a un oficio más noble, el de escribir.
Adel López Gómez, escritor y periodista quindiano recuerda que, en 1923 en Medellín, con la puesta en escena de las obras de Ciro Mendía, se produjo un torrente de entusiasmo por el teatro. Cada cual quería participar de la creación de obras. Fue una espontánea manifestación, inducida por los éxitos de Ciro Mendía. El mismo poeta y dramaturgo definirá su obra teatral en los siguientes apartados:
“Mi teatro ha tenido cuatro etapas. La primera representada por El enemigo malo. En esa época no había leído, en teatro, sino a los Álvarez Quintero. Fuera de ellos, mis únicas influencias eran las del ambiente y mis recuerdos de infancia y juventud en Yarumal y Caldas”.
“La segunda etapa es la de comedias de costumbres y a ella pertenecen mis más conocidas piezas como El papá de Trina, Arrayanes y mortiños y Pa qué no friegue”.
“La tercera se inicia con Pérdidas y ganancias que implica un notable cambio, no sólo en extensión y envergadura, tres actos, sino esencialmente en temática. Dejo el ambiente rural y campesino, para incursionar en el medio citadino. Es la historia de un pueblerino que quijotescamente viene a conquistar a Medellín. Después de mil peripecias, sus ambiciones y sueños fracasan y tiene que regresar a su pueblo natal, quebrado y amargado”.
“Esta comedia tiene su historia interesante. En alguna ocasión, en la Tertulia del Negro Cano el de los Madrigales se me ocurrió contarle al escritor y médico Alfonso Castro que tenía terminada la tal comedia. Castro, interesado en la “vaina”, organizó para el día siguiente una lectura de ella en su Clínica “La Merced”. En la habitación del novelista, cuentista y médico doctor Castro, nos reunimos varios amigos. En un exquisito ambiente, rodeados de cojines y pebeteros, íbamos a comenzar la lectura cuando le dio al doctor Castro porque llamáramos a don Tomás Carrasquilla. Yo alegué mi respeto y temor por el Maestro. De nada sirvió. Lo llamaron y él aceptó. Se inició la lectura, y al finalizar el primer acto, en la pausa, algunos comentaron con elogios la obra. El Maestro permaneció callado y muy serio. Sólo al terminar la obra se paró y con cierta emoción me dijo: “¡Hombre, narizón, ¡que le parece que me gusta más tu teatro que tus versos!”. Y esa noche Carrasquilla se metió la gran borrachera con el doctor Jesús Antonio Hoyos –Marinillo– comentando mi comedia. Al día siguiente, con la rasca aún viva, se fue al Hotel Bristol donde estaba alojada Virginia Fábregas, a echarle el cuento de que debía montar mi obra. Como Virginia admiraba y acataba sobremanera al Maestro, accedió a su petición y me mandó llamar. Todo temeroso, ‘pendejo’ que es uno muchacho, me aparecí donde la Fábregas de capa española y sombrero de alón negro.”
Luego vendría para Ciro el estreno de su obra protagonizada por destacada actriz mexicana que pernotó por una larga temporada en Medellín; como lo reseñó el diario El Colombiano en 1913. Más tarde escribiría obras como La Negra tiene la palabra y El traje gris, obras que posteriormente intentara llevar a las tablas residenciado en España como agregado cultural de Colombia. El intento fracasó, pues la censura franquista lo impidió.
“La cuarta y última etapa, es una incursión en la técnica del teatro moderno, representada por La Prometea desencuadernada…” Obra que de nuevo intentará estrenar en España, pero la censura española nuevamente lo rechaza.”
De regreso en Colombia, la Radio Difusora Nacional de Colombia realizó una versión para radio, pero al autor no lo satisfizo su resultado. Horacio Franco, escritor y crítico, posteriormente hará una síntesis de lo que significaba su aporte y dramaturgia a las letras del país: “Por fin encontró el diálogo campesino su Tomás Carrasquilla de la escena”.
Los estrenos de sus obras registraban hasta siete llenos consecutivos, lo cual era un verdadero acontecimiento en el Medellín de la época. La prensa lo elogiaba como el Tomás Carrasquilla de la escena. De la comedia costumbrista que escribió en un comienzo, la dramaturgia de Mendía evolucionó luego hacia temáticas citadinas, que recreaban los conflictos de los campesinos en su adaptación a lo urbano.
Ciro Mendía llegó a publicar más de trece libros de poesía. Buena parte de su poesía inicial revela la influencia de Friedrich Nietzsche, leído fervientemente en Antioquia a comienzos del siglo XX. Sus poemas El hombre libre y Juan Rebeldía, evocan el deseo de emancipación espiritual que se lee en las predicaciones de Zaratustra. Así lo entendió Baldomero Sanín Cano, quien habló de Mendía como el caudillo eternamente joven de los inconformes.
Mejor suerte correrá la obra poética de Ciro Mendía entre las páginas del texto de Harold Alvarado Tenorio, poeta e investigador Bugüeño, quien en su texto “Ajuste de cuentas. Antología crítica de la poesía colombiana destaca a Ciro Mendía como uno de los grandes innovadores y renovadores de la poesía colombiana:
“Pero si bien algunos sectores de los artistas latinoamericanos decidieron mirar hacia sí mismos, buscando el rostro en los campos y las tradiciones, en otros lugares como Buenos Aires, Río de Janeiro o México los avances de la ciencia, la tecnología, el proletariado y las artes, apostaban al futuro. En Colombia lo hicieron quienes se agruparon bajo el nombre de Los Nuevos, cuyos mayores representantes nacieron y crecieron en la región más progresiva de entonces, la Medellín de los arrieros y las nuevas industrias. De allí vinieron a la capital periodistas como Luís Tejada, sindicalistas como María Cano o poetas como León de Greiff, Ciro Mendía y aun cuando Luís Vidales había nacido en Calarcá, un pueblito del departamento de Caldas, su familia también era antioqueña. Vidales, como los anteriores, hace una poesía de verso libre, plena de humor, que lo separa de sus otros con generacionales como Rafael Maya, Alberto Ángel Montoya o Umaña Bernal autores de una poesía que si bien abandona los mitos y las lágrimas seguirá inscrita en la tradición españolizante.”
En 2001 la Universidad de Antioquia invitó al maestro Jaime Jaramillo Escobar a reeditar un libro de antología sobre la obra poética de Ciro Mendía, obra que éste había publicado con prólogo del riosuceño e intelectual Otto Morales Benítez. Para esta segunda edición el poeta incorporará un poema dedicado a Ciro Mendía y que describe el epilogo de la vida del dramaturgo y poeta Antioqueño, con el nombre “Ciro de Medellín”. Seleccionamos los apartados que representan la condición de vida de aquel momento para el poeta:
Ciro de Medellín.
Cuando le conocí,El maestro Ciro Mendía estaba completamente ciego,
Y se veía obligado a depender de personas que le robaban a cambio de la más mínima caridad.
El maestro Ciro Mendía, que había escrito tan jocundos versos,
Estaba en ese año de 1978 sin un plato en qué comer,
Pero tampoco tenía qué comer ni comía.
Tomaba aguardiente con cáscaras blancas de limón,
Y se arrastraba hasta el andén para rogar a algún transeúnte apresurado
Que le tomara al dictado los versos que había compuesto durante el día de insomnio,
Pero nadie tenía tiempo para ocuparse de semejante cosa,
Y el poeta repetía sus versos hasta que se le olvidaban.
Le habían hecho completamente a un lado por sus ideas “de izquierda”,
Que nunca supo lo que hacía su derecha,
Porque la mano izquierda es analfabeta….
… Ya estaba muy triste y muy flaco el maestro Ciro Mendía cuando le conocí.
El gobierno local le había retirado la modesta pensión que le permitía sobrevivir, porque también estaba muy viejo,
Y sólo la Fábrica de Licores le mandaba botellas de aguardiente, que es lo único que ha dado Antioquia,
Todo el orgullo de los antioqueños -ese falso orgullo- reducido a sus borracheras de aguardiente.
No se resignaba el altivo maestro Ciro Mendía, no se resignaba sin embargo,
Y en la nobleza de su rostro, en sus finas manos, en el ademán caballeroso, en sus elegantes palabras,
El poeta trataba de alzarse de sus cenizas, y en un esfuerzo sobrehumano trataba a cada rato de volar…
…No digo que no ha muerto, ni que está en el Cielo, ni digo que resucitará, ni mucho menos que
reencarnará.
Digo que el Universo se construye a sí mismo, porque el Universo es Dios.
Jaime Jaramillo Escobar.
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