10 de agosto, 1901: a mi padre.
I. Familia de las Gutíferas de Jussieu, Clusiáceas de Lindley. Clusia alata Tr. & Pl. Chagualo en Antioquía. Gaque y Ca- pe-cape en el centro de la República. También le llaman “Chagualón”.
II. El género está dedicado al botánico francés Carlos de Lecluse (en lat. Clusius). La denominación específica conviene a la planta porque varios de sus órganos están provistos de alas: los ramos son letrágono-alados (ramis tetragono-alatis); el peciolo brevemente alado (peticlom brevem alatum); el pédunculo común tiene dos alas opuestas (pedunculus communis anticipiti- alatus). V. Triana & Planchon, Mémoire sur la famille des Guttiféres, pág. 56, 57.
III. El Chagualo, interesante árbol netamente americano, abunda en los alrededores de Sonsón; de aquí que varios lugares en ellos lleven los nombres de El Chagualo, Chagualal, Chagualito, etc. Siendo yo muy niño, en compañía de mi padre, dado entonces a las faenas de la vida rural, eran mi encanto las excursiones a los bosques, a las playas de los ríos, a los breñales de las cordilleras; mi curiosidad daba muestras de querer ir muy lejos y me deleitaba dulcemente preguntando y escuchando hechos concernientes al mundo de las flores.
¡Cuántas cosas aprendí que no he olvidado! Conocí por aquel tiempo muchas plantas que impresionaron mi imaginación ardiente: la Buenas-tardes (Mirabilis jalapa Linn.) que ofrece el elegante cáliz de su flor a los genios de la noche y lo cierra a los rayos del astro del día; la Palomita (Gonolubus macrophyllus Michaux), en cuyo fruto duerme escondida una avecilla de seda y plata; la Besleria sanguinea Persoon, que conserva en sus hojas una gota de sangre, quizá de alguna ninfa que hirieron los espinos de la selva; el Ojo de venado (Mucuna Mautisiana D.C.) con sus inflorescencias a modo de las arañas de los templos; el Guache (Crotalaria pterocaula Desvaux) lleno de cascabeles a cuyo son bailarán en las noches de luna las hadas montañesas; y muchas más. ¡Qué bellezas en el mundo vegetal; cómo me atraía el estudio de la naturaleza!
Entonces fue cuando vi por primera vez el Chagualón, llamándome la atención de un modo especial. ¿Me atraía su aspecto lozano, la nitidez y elegancia de sus hijas o la belleza y aroma de sus flores? No lo sé. Recuerdo sí que varias veces dejé grabadas las cifras de mi nombre en sus grandes hojas, a usanza campesina; otras alcancé sus floridos ramos para adorno de mi altar: muchas veces me dormí cansado bajo su follaje rumoroso. Y ya hombre —viejo— no puedo olvidar el árbol que tanto amé en la mañana de la vida. ¡Siempre que veo uno con hojas amarillas, que van a desprenderse, creo percibir, de paso mis iniciales escritas en su haz, como si fueran mi epitafio que yo mismo escribí cuando era niño! Basta.
IV. La madera del Chagualo se emplea en la construcción: de edificios; las hojas son detersivas, o sea propias para limpiar las úlceras, heridas, etc.; la resina es insecticida y se usa a veces para matar las niguas (Sarcopsylia penetrans Westwood).
De flores de Chagualo que llevan en sus corolas perfumadas las memorias más dulces de mi infancia unidas a los más tiernos recuerdos que de ti guardo, padre mío, he formado este ramo que humedecido con mis lágrimas; te envío hoy día de tu cumpleaños. Acéptalo como una muestra de mi cariño filial.