Don Ariel se ha ganado un puesto en la televisión colombiana igual que aquel que muchos años atrás obtendría el afamado sacerdote Salesiano Rafael Garcia Herreros para brindarle una vivienda a los colombianos sin hogar;
Don Ariel se ha ganado un puesto en la televisión colombiana igual que aquel que muchos años atrás obtendría el afamado sacerdote Salesiano Rafael Garcia Herreros para brindarle una vivienda a los colombianos sin hogar;
Otra vez las alarmas. Suaves de lejanía al principio y agudas al acercarse, unos ecos en chillido y esos golpes de micrófono que duelen en los oídos. Como todos los días cierra cada una de sus ventanas.
Me despertó el ruido que hacía la perra schnauzer que heredé de mi madre. Ella murió hace diez meses. Le dediqué el primer pensamiento del día: “Mamá, ¿cómo hacías para dormir con esta perra que hace tanto ruido?”
Se conjugan en un espacio, en la calle, la avenida, la carrera, el callejón.
´´Donde quiera que se ama el arte de la medicina se ama también a la humanidad´´ (Platón).
Hace más de cuarenta años que vivo en esta ciudad. Recuerdo aquellos días en los que escuchaba las risas de los niños en el parque del barrio, los cumpleaños de mi hermana cuando todos los vecinos se reunían afuera de su casa esperando la porción de pastel
En el año 1.995, visitaba Villamanrique de La Condesa, un pueblo cerca de Sevilla, España.
Había almorzado y debía seguir trabajando -el trabajo en casa es la nueva esclavitud-. Caía de sueño y el café no cumplía su cometido.
De la nada un perverso fantasma apareció paralizándolo todo. Niños, hombres y mujeres se quedaron anclados en el tiempo;
El 14 de marzo de 2020 asistí a un almuerzo con la familia de mi marido, fue un maravilloso encuentro, se habló del corona virus, de las difíciles circunstancias que estaban viviendo en Italia y España y de la medida de cuarentena de la que ya hablaba el gobernador de Antioquia.
Habían pasado 79 días con sus noches. Después de los primeros 10 días, Ignacio decidió no contar más. El tiempo transcurría entre serenatas no deseadas, ofertas a viva voz de productos que jamás compraría
Esta mañana he puesto algunos objetos sobre la mesa del comedor; entre los cuales hay unos juguetes con arandelas de llavero y otros. En un audio dijo que los encontró, pero no supe a qué se refería, porque no sé qué era lo que estaba buscando.
No recuerdo cuándo fue la última vez que alguien vino. Ella ha hecho dos salidas exclusivamente para hacer compras. Hemos regresado al poco tiempo sin cruzarnos con nadie. Parece que vivimos en una ciudad fantasma
De pie frente a la ventana se concentra en el paisaje del parque y los carros que cruzan veloces por la autopista que se ve al fondo entre los edificios.
¡No! No digas que es cosa del destino, tampoco que Dios así lo quiso o que las cosas pasan porque sí, porque tenían que pasar.
Muy pocas personas pudieron elegir libremente con quien querían pasar la cuarentena, ese espacio de tiempo que congeló nuestra existencia y puso a prueba nuestra capacidad de resistencia y de inventiva.
Cuarentena proviene del latín quadraginta que quiere decir cuatro veces diez. Esta cuarentena, por su parte, se ha multiplicado por tal número de veces que ya perdí la cuenta de los días que llevo confinado.
No creía ni en el Corona Virus ni en toda la parafernalia que montaron los chinos y los americanos. Siempre me pareció una campaña de desprestigio de los gringos para que, dentro de su guerra comercial emprendida por Donald Trump con China
Pasé el día en cama, mirando aquella pared desgastada, sin controlar el tiempo, ensimismada, trayendo ideas a mi mente retorcida.
Prendió su pequeña radio y escuchó la primera noticia de una serie de sucesos catastróficos que ocurrirían ese mes. La radio emitía la voz de un periodista que, con un tono acelerado, repetía insistentemente:
Luego de la gran desinfección han llegado por los cadáveres y, ante la aparición de ruidos en la entrada al edificio, Garras se esconde en una habitación hasta hacerse imperceptible.
Apareció de repente, como si nunca hubiese existido. ¡Mentira!:
Ya no sé cuántos días llevo sin salir a la calle. Un virus nos tiene encerrados. A nosotros, a ustedes y a ellos. Parece ficción eso de que un microorganismo nos tenga escondidos, alejados de todos, sin podernos dar un abrazo o un beso.
Si no hubiera anochecido tan pronto, si la tarde dilatada estuviera todavía aquí, en este lugar desde el que escribe, tal vez hubiera visto con claridad la situación de aprieto en que se hallaba.
El año anterior no pude recibir la visita de mis padres, el trajín laboral y el cambio de casa no nos permitiría atenderlos. Hoy había expectación por su regreso. Fuimos al aeropuerto a esperarlos.
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