Un hombre se confunde, gradualmente, con la forma de su destino;
un hombre es, a la larga, sus circunstancias.
Jorge Luis Borges.
Los antioqueños acostumbramos ver, darle nombre y forma a nuestra agreste y hermosa geografía, por eso casi toda montaña tiene el nombre de algo que nos es común y cotidiano; igual que cuando la vida, libre de compromisos terrenales, nos permite mirar al cielo para encontrar formas efímeras entre las nubes; así es como en el municipio de Venecia tiene su Cerro Tusa y Amagá tiene su Morro de la Paila, lugar de nacimiento de Belisario Antonio Betancur Cuartas, todo un montañero convertido en abogado, escritor, periodista, poeta y estadista.
Hijo de Rosendo Betancur, arriero de ganado que brindaba todo lo poco obtenido de su labor para que Ana Otilia Cuartas, pudiese alimentar las 22 vidas que conformaban el hogar. Al acontecer de los años don Rosendo terminó por abandonar el poncho y el zurriago de la arriería por la venta de aguardiente en un establecimiento que abrió en el municipio, porque el ferrocarril ya exploraba aquellas montañas hasta el afamado municipio de Titiribí en busca del precioso metal, en las míticas minas del zancudo. El pequeño Belisario en los ratos libres servía los aguardientes y daba cuerda a la victrola instalada por su padre en la más fonda que cantina y de su mente nunca se alejaron las canciones de carrilera, los versos de Salvo Ruíz y los cuentos pícaros y hasta groseros de Cosiaca y Pedro Rimales.
Siempre recordó en sus innumerables tertulias el rezo diario del rosario, el santiguarse antes de comer y la oración de los Mil Jesuses, una oración cafetera arraigada en la región andina colombiana y que invoca a Dios para pedir por una buena cosecha y por la prosperidad familiar. El estadista con vocación de trovador y de arriero, que nunca negó sus orígenes modestos contaba que sus hermanos “se murieron de subdesarrollo”, y que él fue el primero de los vástagos que tuvo el privilegio de calzar zapatos. Los primeros estudios los realizó en una escuela rural de su terruño en el suroeste antioqueño, alternando su asistencia a las aulas con la recolección de café y el cultivo de la tierra.
El hermano de su madre que era sacerdote, le consiguió un cupo para estudios en el Seminario de Misiones de Yarumal, formación que concluiría en 1941 en la Universidad Católica Bolivariana hoy Universidad Pontificia Bolivariana. El hijo del Morro de la Paila obtendría luego otros estudios gracias a los contactos y relaciones de un primo que también portaba los hábitos; pero los empujoncitos que en la cultura antioqueña podían dar los parientes de túnica y sotana no eran suficientes. Sus virtudes académicas le abrieron otras puertas al díscolo estudiante, que logra volver a la Universidad Pontifica Bolivariana para cursar las carreras de Economía y Derecho.
Tras esfuerzos y privaciones inmensurables, el joven, todo tesón, se licenció como economista y abogado en 1947. Para entonces, universitario ya, había encontrado el amor de Rosa Helena Álvarez Yepes, una antioqueña de pura cepa natural de Medellín; como fruto de su amor nacieron tres hijos: Beatriz Helena, Diego y María Clara. Por la década de los cuarenta Betancur se afilia al Partido Conservador y conoce a los ultraconservadores y caudillos del Partido, Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez Castro. Durante este periodo de tensa calma los conservadores recuperaran el poder en las elecciones de 1946, luego de 16 años de hegemonía liberal y un año antes Betancur obtiene su primer cargo por elección popular, como diputado en la Asamblea.
Departamental de Antioquia; al culminar sus estudios universitarios, renuncia para viajar a Bogotá e iniciarse como funcionario en el Ministerio de Educación.
Producto del asesinato del líder y caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán Ayala, aspirante a las elecciones, el 9 abril de 1948, las diatribas políticas tan comunes y frecuentes en la política colombiana desataron río de sangre y saqueo en la capital. A Betancur lo comisionan a volver a Medellín para reorganizar el periódico La Defensa, vespertino en el que venía ejerciendo de redactor y cuyas instalaciones habían sido incendiadas por las turbas.
Luego de los luctuosos sucesos de la capital, la violencia como un cáncer que ya ha hecho metástasis irrumpe por todo el territorio de la nación, Betancur de regresó a Bogotá se integra a la redacción de la revista Semana. Su pasión periodística le lleva a colaborar además en los periódicos Diario del Pacífico y El Siglo, diario fundado en 1936 por la familia de Laureano Gómez Castro y cuya sede en Bogotá había sido también atacada por los airados manifestantes liberales que automáticamente vincularon el lenguaje incendiario de los conservadores con el magnicidio de Gaitán.
Colombia tiene una amplia tradición de mandatarios ilustrados como José Manuel Marroquín, novelista, periodista y escritor; Rafael Núñez, escritor, periodista y autor de la letra del himno nacional; Miguel Antonio Caro, filólogo, escritor y director de la Academia Colombiana de la Lengua y, el connotado poeta Guillermo León Valencia. A este abanico de presidentes ilustrados podemos sumarle la vida y la obra de Belisario Betancur, quien muy a pesar de su estimación debida a su experiencia académica, vio su imagen ensombrecida en su camino a la presidencia por dos acontecimientos trágicos.
El primero de los acontecimientos se dio durante la huelga general en Cementos El Cairo. Los trabajadores atrincherados no dejaban sacar el clínker de la mina, necesario para fabricar el cemento. Las constructoras de Medellín se desabastecían y el periódico regional, propiedad del entonces gobernador, lamentaba a ocho columnas todos los días las pérdidas por la huelga. Frente a esta situación la orden fue clara: había que sacar el clínker como fuera, aún por encima de los huelguistas. ¡Y así fue! Los militares llegaron a Santa Bárbara y sacaron el clínker; en el camino dejaron una niña abaleada, Edilma Zapata, junto con otros doce trabajadores asesinados.
Dicha orden fue ejecutada por el entonces ministro de trabajo, un tal Belisario Betancur, que después se dedicó a presidente. Aunque es posible que Belisario se haya pronunciado numerosas veces frente a este suceso luctuoso y lamentable, no fue posible hallar un texto o una versión donde se refiera a él y por ello todavía lo cubre una estela de silencio y olvido, que ocasionalmente es nombrado o recordado como lo hizo el diario El Tiempo, el 10 de julio de 2010 en una columna de opinión, refiriéndose a los oscuros hechos como: “Esta tragedia… acaso la más infame porque no fue un accidente sino una matanza hace casi 50 años, en Santa Bárbara, un 23 de febrero”.
El segundo suceso ocurrirá durante el gobierno de Betancur (1982 a 1986) conocido por gran parte de los colombianos como la Retoma del Palacio de Justicia, sucesos que involucran la intolerancia política, la violenta criminal de la guerrilla, el poder del narcotráfico y la fuerza desmedida del Estado. Luego de este suceso Belisario Betancur se atribuirá toda la responsabilidad de lo sucedido, bajo el supuesto manto de defender la democracia. En contrates con la toma perpetrada inicialmente por la guerrilla del M-19 y la posterior retoma asumida por Betancur y la cúpula militar, dejaron como saldo: 94 muertos, entre ellos 11 magistrados de la Corte Suprema de Justicia, decenas de heridos y 11 desaparecidos. Sucesos todavía en esclarecimiento.
Paralelamente Betancur trabajo por gestar la paz con gran parte de las guerrillas, ahora muchas de ellas desmovilizadas y luego de su gobierno hace votos de silencio político y se dedica a la cultura, es nombrado representante de la Editorial Santillana para Latinoamérica. Dicta conferencias, haciendo siempre remembranzas de sus raíces paisas con autores como: Efe Gómez, Tomas Carrasquilla, León De Greiff, Porfirio Barba Jacob y Manuel Mejía Vallejo.
Finalicemos con este fragmento de la Relatoría de la Comisión de la Verdad, sobre el aporte de Betancur al anhelado fin del conflicto interno colombiano:
“El primer paso del presidente Betancur para avanzar en una eventual negociación con las guerrillas fue proponer una amnistía, aprobada por el Congreso en noviembre de 1982. Para adelantar el diálogo con las organizaciones guerrilleras, Betancur creó una Comisión de Paz en octubre de 1982 y posteriormente una Comisión de Negociación y Diálogo (17 de julio de 1984), así como una Comisión de Verificación (29 de mayo de 1984). Todas ellas constituidas por nutridos y variados grupos de personas de todos los partidos, periodistas, líderes sociales, sacerdotes, etc.”
Relatoría de la Comisión de la Verdad.
Entre los años 2005 y 2015 La Biblioteca Pública Piloto recibió parte de los archivos y registros sonoros relacionada con el periodo de gobierno del expresidente Belisario Betancur Cuartas, entre 1982 y 1986; además de la campaña presidencial de los años 1970 y 1978. Los archivos, contienen discursos en diversos sitios de Colombia con temas relacionados con el programa de vivienda sin cuota inicial, la Universidad a Distancia, la campaña de alfabetización CAMINA, la toma del Palacio de Justicia y la catástrofe de Armero.
El contexto cronológico, temático y geográfico al que remiten estos registros sonoros son de singular importancia para documentar y comprender procesos políticos, sociales, educativos, culturales y económicos, que involucran el pensamiento político del expresidente con la región, la ciudad y la nación colombiana. Por esto es y seguirá siendo nuestro deber, aproximar estos contenidos con las presentes y futuras generaciones de un antioqueño que pese a sus contradicciones fue el primer y autentico estadista, que no solo expresó, sino que actuó y participo por una paz posible para todos los colombianos.
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