“La corona estaba sin norte, el gobierno sin brújula, el Congreso sin prestigio, los partidos sin bandera, las fracciones sin cohesión, las individualidades sin fe, el tesoro ahogado, el crédito en el suelo, los impuestos en las nubes, el país en la inquietud” Juan Varela, ensayista, novelista y escritor español.
Esta es la forma como Juan Varela describe la España de la segunda mitad del siglo XIX. Ese entorno social será la cuna donde nacerá Antonio Cipriano José María Machado Ruiz, Antonio Machado.
Sus ojos vieron la luz del sol de Sevilla un 26 de julio de 1975, Antonio Machado es el más joven de los autores, de aquel grupo de escritores que bajo una misma bandera quisieron restaurar, levantar el estandarte de un imperio venido a menos. Nunca después de Quevedo, Góngora, Cervantes o Lope de Vega la tierra del castellano había aglutinado tanto fruto, tanto talento reunido en un único instante y en el tiempo, bajo el influjo ardiente del pensamiento y la literatura. Esos escritores fueron denominados como: “Generación del 98”, movimiento político y cultural que surgió como respuesta critica al derrumbe, decadencia, ostracismo y desmoronamiento del gobierno y la cultura de España, al ocaso estruendoso de un imperio que cubría el planeta de sol a sol y que entregaba producto del atraso, el mal gobierno, el pillaje internacional, sus últimas colonias de ultramar en América, Cuba y Puerto Rico; y en Asia, Filipinas y Guam.
Para 1883, en que el abuelo Antonio, con 68 años, tiene la complacencia para dictar la cátedra de Zoografía de Articulaciones Vivientes y Fósiles en la Universidad Central de Madrid. La familia acuerda trasladarse de Sevilla a la capital española, donde los niños Machado tendrán acceso a los métodos pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza, institución que será capital y nicho de una generación de intelectuales.
En su biografía quedará plasmada la mañana de primavera, antes de salir de viaje para Madrid, cuando su padre llevara a sus hijos a Huelva a conocer del mar. Mar, rio y fuente serán metáforas constantes de la vida y su trasegar en los versos de Machado.
Sobre la clara estrella del ocaso,
como un alfanje, plateada, brilla
la luna en el crepúsculo de rosa
y en el fondo del agua ensombrecida.
El río lleva un numeroso acento
de sombra cristalina
bajo el puente de piedra, ¡Lento río
que me cantas su nombre, el alma mía
quiere arrojar a tu corriente pura
la ramita más lenta y más florida,
que encienda la primavera
en los verdes almendros de tu orilla!
Quiero verla caer, seguir, perderse
sobre tus ondas limpias.
Y he de llorar… Mi corazón contigo
flotará en tus rizadas lejanías.
¡Oh tarde como aquella y río lento
de sombra cristalina!…
Sobre la clara estrella del ocaso
la argéntea luna brilla.
Sobre la clara estrella del ocaso. Antonio Machado.
En palabras de Gerardo Diego, Machado, “hablaba en verso y vivía en poesía.”
Luego de la penosa muerte de su padre y abuelo los Machado viven un periodo de austeridad y frugalidad económica, pero para los jóvenes Antonio y Manuel, hermanos inseparables, la capital se les vino encima cargada de bohemia y riqueza cultural.
Cafés de artistas, tablaos, tertulias literarias, el remate y los toros, todo captaba su interés. Les deslumbra la rebeldía esperpéntica de un Valle-Inclán en general, se dejan estimular por la vida pública de la mayoría de los intelectuales de la época.
En octubre de 1896, Antonio Machado, apasionado del teatro, entra a formar parte como meritorio o aspirante en la compañía teatral de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza.
Es probable que producto de esta experiencia Antonio y su hermano Manuel muestren su interés en la dramaturgia. En la página oficial de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes figura un análisis de esta faceta de los Machado, que solían construir a cuatro manos. En otros compendios figuran obras de teatro como: Las adelfas, Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel, La duquesa de Benamejí, El hombre que murió en la guerra, Juan de Mañara, La Lola se va a los puertos y La prima Fernanda.
En junio de 1899, Antonio Machado viaja a París, donde ya le esperaba su hermano Manuel. En la capital francesa trabajan para la Editorial Garnier, allí se relacionan con Enrique Gómez Carrillo y Pío Baroja, descubrieron a Paul Verlaine y tuvieron oportunidad de conocer a Oscar Wilde y Jean Moreas.
De regreso a Madrid conoce a Rubén Darío y un joven de Moguer, Juan Ramón Jiménez. En abril de 1902, Antonio y Manuel hacen su segundo viaje a París. A finales de ese año, de vuelta en Madrid, el poeta entregó a la imprenta de A. Álvarez Soledades (1899-1902), su primer libro.
Entre 1903 y 1908, el poeta colaba en revistas literarias: Helios (que publicaba Juan Ramón Jiménez), Blanco y Negro, Alma Española, Renacimiento Latino o La República de las Letras. En 1906, es nominado a profesor de francés en Institutos de Segunda Enseñanza, que obtendrá al siguiente año en el pequeño y hermoso poblado de Soria.
En 1907 publicó en Madrid, su segundo libro de poemas, Soledades. Galerías. Otros poemas (una versión ampliada de Soledades).
De sus 5 años de estancia en Soria dirá en lo profesional, inició su vida de maestro de pueblo; en lo sentimental, descubrió a Leonor, el gran amor de su vida.
Estancia que recordará en su siguiente libro Campos de Castilla. Allí también Contrae nupcias con Leonor Izquierdo de apenas 15 años. En diciembre de 1910, le matrimonio viaja a París, con una beca concedida al poeta por la Junta para la Ampliación de Estudios para perfeccionar sus conocimientos de francés durante un año. Durante los seis primeros meses, la pareja viajó, visitó los museos e intimaron con Rubén Darío.
El 14 de julio de 1911, cuando el matrimonio iba a partir hacia la Bretaña francesa de vacaciones, Leonor sufre una hemoptisis es internada. Los médicos, impotentes en aquella época contra la tuberculosis, recomendaron el regreso al aire sano de Soria. Una engañosa mejoría dio paso a un fulminante final. Su última alegría fue tener en sus manos, publicado al fin, el libro que ella había visto crecer ilusionada día a día: la primera edición de Campos de Castilla
El poeta no se repondrá de esta perdida, como lo expresará en muchas de sus poesías.
LOS OJOS
I
Cuando murió su amada
pensó en hacerse viejo
en la mansión cerrada,
solo, con su memoria y el espejo
donde ella se miraba un claro día.
Como el oro en el arca del avaro,
pensó que guardaría
todo un ayer en el espejo claro.
Ya el tiempo para él no correría.
II
Mas pasado el primer aniversario,
¿Cómo eran – preguntó -, pardos o negros,
sus ojos? ¿glaucos?…¿grises?
¿Cómo eran ¡Santo Dios! que no recuerdo?
III
Salió a la calle un día
de primavera, y paseó en silencio
su doble luto, el corazón cerrado…
De una ventana en el sombrío hueco
vio unos ojos brillar. Bajó los suyos,
y siguió su camino… ¡Cómo esos!
Antonio Machado
En 1936 se declara la Guerra Civil y Antonio Machado toma partido decididamente por la legalidad republicana, colaborando en revistas y actividades culturales republicanas. En noviembre de 1936, ante el asedio de la capital, Antonio Machado se traslada a Valencia.
1937: publica el libro La guerra, que contiene poemas y prosas cuyos temas y motivos giran en torno a la contienda. De Valencia se trasladará, ya enfermo, a Barcelona y desde allí, debido a la cercanía de las fuerzas franquistas, saldrá camino del exilio en enero de 1939.
El 22 de febrero de 1939, en la localidad francesa de Collioure, morirá el poeta. El último verso
que escribió decía…Estos días azules y este sol de la infancia.
A pesar del totalitarismo franquista que quiso borrar más exactamente postrar la memoria del poeta, sus poemas resurgieron en canciones gracias al cantautor Catalán Joan Manuel Serrat quien dedico un disco completo a sus composiciones, díganme quien no ha escuchado de su voz los siguientes versos:
Todo pasa y todo queda
Pero lo nuestro es pasar
Pasar haciendo caminos
Caminos sobre la mar
Nunca perseguí la gloria
Ni dejar en la memoria
De los hombres mi canción
Yo amo los mundos sutiles
Ingrávidos y gentiles
Como pompas de jabón
Me gusta verlos pintarse
De sol y grana, volar
Bajo el cielo azul, temblar
Súbitamente y quebrarse
Nunca perseguí la gloria.
Letra de Antonio Machado y música de Serrat.
Otra de sus composiciones de mayor reconocimiento sobre todo en su tierra Sevilla, es la Saeta, un canto religioso que hoy es tradición durante la semana santa de Sevilla. En el plano de la música, se denomina saeta a una copla religiosa que se entona en determinadas celebraciones. Las saetas son habituales en las procesiones que se desarrollan en algunas regiones españolas durante la Semana Santa.
Por regla general, las suele cantar una única persona, subida en un balcón, al paso de la imagen en cuestión, que se detendrá o que “bailará” al ritmo acompasado de esta canción. Las saetas se componen de cuatro o cinco versos de tipo octosílabo, que giran en torno a los personajes de la Pasión y que, en la actualidad, básicamente tienen esencia flamenca.
Sin lugar a dudas, la saeta más popular de todas es “La Saeta” de gran Antonio Machado. En el año 1969 Serat la rescato para su álbum, “Dedicado a Antonio Machado”, y desde entonces pasó a ser parte fundamental de la cultura musical en España.
El autor de Campos de Castilla y Soledades falleció en 1939. Así que, 80 años después, sus escritos ya están libres de derechos de autor, como establece la ley. A la vez, la Biblioteca Nacional de España (BNE) ofrece desde hoy, online, prácticamente toda su producción. Manuscritos, portadas, primeras ediciones y decenas de documentos para leer y descargar. En esa marea, también navegan los cuatro folios que completan esa melancólica misiva de 1929, dirigida a Pilar de Valderrama. “Adiós reina y gloria mía, el corazón de tu poeta, inmenso para ti —y solo para ti— te acompaña”, escribe el autor a su amada.
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