En el Choco todo es motivo de canto hasta la muerte. Canta el pescador en su faena y la mujer que lava al borde del rio; se canta mientras se habla y se habla cantando.
También todo allí es agua y exuberancia. Tadó, Quibdó; además de Murindó, en Antioquia, esa terminación morfológica corresponde a un morfema del vocablo Woanaan, lengua indígena asentada entre el medio y el bajo San Juan y por eso, todo en la región es agua, sudor y el rio que termina en el mar, por eso (do) significa agua.
“La humedad se expande y sube;
o mejor, baja y penetra;
o mejor, sale a flote, rueda en zigzag;
o mejor, en línea recta, produciendo la necesidad de ser restregada con ternura;
o mejor, con violencia para apaciguar;
o mejor, precipitar prolongando el estertor tan parecido a la muerte;
o mejor, a la vida que brota envolviendo;
o mejor, liberando el deseo de salir;
o mejor, de entrar con amor o sin él,
desbaratando la sensación de aguacero, de calor, de sal, de vendaval reprimido, de girar alrededor de sí mismo;
o mejor, alrededor del otro, que libera la desazón y se reduce;
o mejor, se amplía a un solo significado: el de amante.
Así son los relatos de Amalia Lucía Posso Figueroa, nacida en Quibdó (Chocó, Colombia) un 8 de noviembre de 1947. Allí mismo se crio al lado de su padre Augusto Posso, empleado del Banco de la República y su madre, Maya Figueroa, enfermera del Hospital San Francisco de Asís.
Amalia recuerda, cuando el sol se bañaba, terminando la tarde y besando el Atrato, que desde pequeña estuvo al cuidado de la nana negra que, durante las tardes chocoanas: “esas mujeres que me cantaban y me contaban –porque en el Chocó se canta y se cuenta– me transmitieron el ritmo piel con piel”. De allí que sus recuerdos de infancia fuesen la fuente de inspiración para su primer libro “Vean vé, mis nanas negras” del (2001).
De niña vivió rodeada de cultura negra, le fueron transmitidos desde la tradición oral, todos esos cuentos de selvas, ríos, soles, barcas, todo aquello que le permitió adentrarse en el sentimiento de sus ancestros africanos, en el sentir de sus bailes, sus cantos, y sobre todo de sus relatos.
Amalia Lú se ha dedicado a conservar la antigua tradición oral que se ha contado y que proviene del pasado cultural de Colombia. En sus presentaciones de narración oral siempre lleva un vestido largo de grandes encajes y un turbante en su cabeza, vestimenta que recuerda la indumentaria la tradición y la resistencia.
Su obra goza de reconocimiento internacional por su autenticidad y por portar como un estandarte, como una voz libre y autentica de sus ancestros, incluso esa autenticidad le ha valido ser considerada como bizarra y tosca, sin saber que su poesía logra transportar: la tradición, el hablar popular; en un lenguaje que proviene del pueblo.
“Roncar canalete en el pacífico colombiano significa que …muchos hombres, han pasado por entre las piernas de una mujer. Y hablo del pacífico colombiano porque yo soy Amalia Lú Posso Figueroa, crecí en Quibdó, Chocó, me mojó el aguacero, me abrazó el calor, el viento me levantó la falda empapada en sudor… el borojó y el marañón sensibilizaron mi lengua, el río Atrato llevó mis ojos a viajar y la chirimía, con su música, enseñó mi cuerpo a cimbrear.
Todo en esas tardes chocoanas calientes, cuando mis nanas negras me contaban historias al mismo tiempo que borboritaban las palabras en zigzag. En ese momento no lo sabía, lo supe después, mis nanas negras me enseñaron a disfrutar al milímetro con el “corrinche” de todos los ritmos que tiene mi cuerpo.”
Cumplidos los 13 años, su familia se muda para la capital, donde termina su secundaria para estudiar Psicología en la Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá. Allí fue una aguerrida militante de las Juventudes Comunistas y se destacó como líder estudiantil.
Inicia su proceso de escritora escribiendo cuentos expresando su compromiso con la gente negra de la región donde creció, y que la dan a conocer como escritora del Pacífico y reivindicadora de la cultura afrocolombiana.
“Después, mucho tiempo después, la Universidad Nacional de Colombia aceleró el ritmo de mi cerebro formándome como psicóloga dizque para que ayudara a desacelerar el ritmo del cerebro de los demás, y allí en la Nacional se disparó el ritmo de mi lado izquierdo y aprendí que el mejor de los ritmos es el que te permite pelear por el bienandar de los demás.
Hice y hago psicoterapia con ritmo, me adentré en muchos de los vericuetos del arte y ahora escribo cuentos que me han permitido reencontrar la delicia de caminar descalza sobre la arena mojada, de ver la sonrisa franca y blanca de mi gente negra…”
En 1997 al cumplir sus 50 años decía: “Me siento muy liviana con los 50. No es que ahora sea especialmente feliz, toda mi vida la he pasado muy rico. Pero, debo reconocer que pasar de los cincuenta con las nalgas y las tetas en su sitio es casi una proeza que, tal vez, solamente las mujeres de raza negra, logramos. Me siento afortunada de contar con el gen negro en mi cuerpo, por lo que mi envejecimiento va a ser muy llevadero. De otro lado, haber encontrado la escritura es una suerte enorme y a la vez un compromiso para seguir desempolvando todas esas historias acumuladas.”
A mediados de 2001 la escritora había sido invitada por las universidades de Ithaca, en el estado de Nueva York y Denison, en Ohio, para dictar una serie de conferencias sobre su obra y su departamento natal, al regreso esperaba lanzar su libro “Vean vé, mis nanas negras” y preparaba otro trabajo del cual ya tenía el título, Los Figueroa, cuyo tema sería su familia materna.
La escritora presentó en el 2002 un montaje de su obra en el Festival Iberoamericano de Teatro y participó en la Feria del Libro de Bogotá. Estos sucesos marcaron el reconocimiento de su obra y le acreditaron como una escritora autentica frente a los encasillamientos de la literatura. Cuando su libro salió a la luz, muchos dijeron no creer que aquellos cuentos provinieran de la mente de una mujer estudiada, que se desempeñaba en el campo de la educación. Sus cuentos eran de una transparencia integra, contaba todo con un erotismo reinante en el aire, por esto algunos la tildaron de vulgar. Pero Amalia supo defenderse demostrando que de dónde venía, para nada era un tabú morboso, más bien, ese universo sucedía dentro de la más cotidiana realidad en un espacio donde se acostumbraba a llamar cada cosa por su nombre. En adelante su libro ganaría más prestigio.
El 20 de mayo de 2003 empieza una gira por distintas ciudades de España, fue casi un mes de presentaciones, primero ofreció seis funciones en Madrid, luego participó en Huesca del Festival “Huesca es un cuento”. Después visitó otras ciudades como Barcelona y Zaragoza. Posteriormente participó en la Primera Feria del Pacífico Colombiano, realizada en Cali, Colombia.
Entre 2004 y 2006 participó como cuentera en varios eventos, como Ciudad Teatro y Abrapalabra de Bucaramanga. Al año siguiente participó con William Ospina en el Simposio Internacional de Contadores de Historias, que tuvo lugar en Río de Janeiro (Brasil).
Aspiró al Senado por el Polo Democrático Alternativo y apoyó al precandidato presidencial Carlos Gaviria. En el 2008 participó en la XIV Feria del Libro del Pacífico de la Universidad del Valle con un espectáculo oral, hizo parte del “Diálogo entre narradores del Caribe y del Pacífico” junto con personalidades como Roberto Burgos Cantor, Luis Rafael Sánchez, Julio Cesar Londoño, Fabio Martínez, Edgar Collazos y Nuria Amat. Para el 2009 en el VI Encuentro de Escritoras Colombianas, realizado en Cartagena, Amalia ofreció un recital de algunos de los cuentos de su libro “vean vé, mis nanas negras”. Actualmente vive en Bogotá.
De la obra de Amalia Lú Posso expresa Jaime Arocha:
«AmaliaLú Posso Figueroa habla bien el chocoano. De ella, un lingüista diría que es competente en el dialecto del norte del litoral pacífico. Sabe decir «bambazú» y «desguayangamiento» cuando toca; usa negativos dobles – «así no bailo, no»y en especial cuando actúa, le da a sus manos, caderas, miradas y palabras la posición, malicia y entonación necesarias para que todas juntas representen el humor y el amor, conforme los expresan los chocoanos. Es inocultable que las nanas que saltan a escena le enseñaron a Amalia Lú cómo es que se amalgama voz y gesto.
Refresca que Amalia Lú Posso Figueroa, al contrario de casi todos los que nos hablan del Chocó, no se regodee en inventarios de marginalidades y carencias. Ella habla de erotismo, pero sobre todo, de las alegrías rebeldes y palenqueras que habitan las almas de esas nanas quienes con tan sólo pisar el suelo hacen que el paisaje de selvas, ríos, lluvias y soles vibre con el ritmo que llevan sus cuerpos.»
Todavía la niña Amalia Lú, continúa paseando por el mundo, el canto de arrullo de sus nanas.
Descripción corta
Escritora y cuentera, una mujer que lleva en el corazón el sabor y la magia del Chocó.
Amalialú Posso Figueroa
(Quibdó, Chocó, 1947)
Fragmentos para piezas
“Nací y crecí en Quibdó, me mojó el aguacero, me abrazó el calor, el viento me levantó la falda empapada en sudor, el borojó y el marañón pusieron sabor en mi lengua, el río Atrato llevó mis ojos a viajar, la chirimía con su música enseño mi cuerpo a cimbrear…”
Fragmento del libro Vean vé, mis nanas negras.
Amalialú Posso Figueroa
“El agua del río salpicaba los rostros con fuerza y sus gotas se sentían como alfileres pinchando la piel; el sol, que al principio era abrasador, fue soltando el abrazo hasta ocultarse detrás de los platanales que estaban a la orilla del río “.
Fragmento del libro Vean Vé, mis nanas negras.
Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina
Carrera 64 # 50 – 32 Barrio Carlos E. Restrepo
[email protected]
Teléfono: (604) 460 0590
Copyright 2010 © Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina.