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Manifiesto #MedellínCiudadLectora

Un manifiesto es a la vez una declaración de principios y una bitácora para la acción. La declaración no es gratuita. Según la Encuesta Nacional de Lectura del DANE, publicada en 2018, Medellín es la ciudad en la que se leen más libros en Colombia. Y proponer una bitácora para la acción en 2019 equivale a reconocer la importancia de seguir trabajando en el empeño de garantizar el derecho a la cultura, la ciencia, la información y al conocimiento que tiene toda la ciudadanía.

Este año, sin embargo, queremos ir más allá y hacer una invitación abierta y pública para que muchas más personas se apropien y ejerzan el derecho a leer, a escribir y a conversar; prácticas que están íntimamente relacionadas, pues no son más que diversos aspectos de ese mismo entramado neurolingüístico que nos pone en contacto con los otros, que nos abre las puertas a viejos y nuevos saberes, que nos comunica con el pasado y nos conecta con nuevas perspectivas de futuro.

Si bien en nuestra ciudad se destaca la importancia de leer libros, se le da relevancia también a la lectura en los formatos y dispositivos que nos ofrecen las nuevas tecnologías, el internet y las redes sociales. Además de revistas y periódicos. Pero también abre el espectro de la lectura cuando entendemos que no solamente leemos la palabra escrita, porque también leemos la música, el cine, el teatro, las artes plásticas, la arquitectura, la moda, los síntomas de un resfriado, el paisaje, el medio ambiente. La lectura es, en esencia, una mirada juiciosa, lúcida y responsable de nuestro entorno.

De nuestro tiempo y de todos los tiempos.  De lo mucho que hemos heredado y de lo mucho que legaremos a las próximas generaciones.  Es decir, cuando entendemos que las memorias y los patrimonios, lejos de permanecer inmóviles, siempre fluyen, y mejor aún, lo hacen a través nuestro, porque como lo sugiere  Borges, hemos sido, somos y seremos personajes de un libro escrito sobre páginas de arena.

De allí que Medellín sea una ciudad que se toma la palabra para encontrar en ellas muchas maneras de vivir mejor, que activa el diálogo y reconoce que las palabras funcionan. Un mensaje claro, sencillo y a su vez, irrebatible.

Ahora bien, para que las palabras funcionen hay que apropiárselas, hay que buscarlas, sopesarlas, quererlas. Las palabras son como seres vivos que reclaman atención y cuidado pues tienen la capacidad para transformar a cada uno de nosotros como individuos y, en lo colectivo, son lo suficientemente poderosas como para construir ciudadanía y equidad social.

Por eso queremos proponer una serie de acciones para leer más y mejor, para escribir más y mejor, para conversar más y mejor: 

  • Leer libros de literatura; pero también de periodismo narrativo, de historia, de filosofía, de divulgación científica. Leer revistas y periódicos en papel y en digital.
  • Visitar las bibliotecas públicas, populares y comunitarias para sorprendernos con los tesoros que tienen guardados.
  • Ir a cine y a teatro. Aprovechar la  amplia oferta con entrada libre para disfrutar de estas deliciosas expresiones del talento humano.
  • Asistir a conciertos musicales y recitales de poesía.
  • Visitar museos.
  • Revisar la historia de nuestros sitios patrimoniales
  • Mirar y remirar nuestras esculturas desde ángulos impensados
  • Llevar un diario personal (si es que no lo haces aún).  Escribir nuestras penas, nuestras angustias, nuestros problemas, es un excelente primer paso para solucionarlos. Y si hay alegrías, en el diario quedarán plasmadas para tener más a mano los buenos recuerdos. Dale  rienda suelta y describe en tus propias palabras lo que sientes.
  • Conversemos  más con nuestros vecinos, con nuestros compañeros de trabajo y, por supuesto, con nuestras familias. Un diálogo abierto, respetuoso y franco nos ayuda a  solucionar las diferencias, encontrar puntos en común con quienes piensan diferente y acordar acciones conjuntas para un mejor vivir.
  • Visitar barrios y comunas diferentes al lugar de residencia.
  • Confiemos en el vecino, en el amigo, en el primo que hace mucho no vemos, en la gente. Volvamos a mirar a la cara y a creer en el otro.
  • Asumir, como nos enseñó el Mahatma Gandhi, que la paz no es una meta: es el camino.

 
¿Fin del manifiesto?
Sigamos alimentándolo con  estas acciones, sencillas y fáciles de llevar a la práctica, así estaremos  encontrando en las palabras muchas otras maneras de vivir mejor porque, definitivamente, las palabras funcionan. ¡Bienvenidas todas las ideas para lograrlo!

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