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Charles Baudelaire. ¡El jardinero de las flores del mal!

Su obra lo estableció como modelo y padre de la poesía moderna, su máxima obra, “Las flores del mal”, calificada por un sector de la sociedad francesa como: “un hospital abierto a todas las demencias del espíritu, a todas las podredumbres del corazón”, obligó a su autor a comparecer ante un juzgado por delito de ofensa contra la moral pública.

Poeta, novelista y crítico de arte francés, nacido en París en 1821. Sus biógrafos definen la infancia del pequeño Charles como triste y dura. Huérfano de padre a los 7 años, su madre contrae nuevas nupcias. Este hecho determinará la distancia que siempre tendrá con su nueva figura paterna y con la decisión de su madre. En 1831 su familia se residencia en Lyon, al siguiente año ingresa al Colegio Real, donde estudia hasta 1836, año en que nuevamente la familia retornará a París. Allí continua sus estudios en el Liceo Louis-le-Grand de donde es expulsado por indisciplina en 1839.

Más tarde se matriculará en la Facultad de Derecho de la Universidad de París, en donde también se dejará seducir por la bohemia de París; entre cafés y bulevares conocerá a autores como Gérard de Nerval y Honoré de Balzac, y a los jóvenes poetas del barrio latino. Las calles estrechas, oscuras y lascivas le presentarán a Sarah “Louchette”, prostituta de oficio y que será la musa de inspiración de algunos de sus poemas.

Es muy importante entender que el apelativo de poeta maldito no obedece exclusivamente a los contenidos de su obra, donde abundan las intimidades eróticas y sexuales, consideradas para la época, como inapropiadas vejaciones humanas; la marginalidad de sus personajes y la vida abyecta de una sociedad que, de día, es el centro cultural y social del mundo, la ciudad luz; para vestirse en las noches de vicios, voluptuosidad y erotismo.

Su padre adoptivo, autoritario, rígido y distante, con la vida licenciosa de su hijo, lo distancia de aquel mundo y lo envía a un largo viaje para alejarlo de sus perniciosos hábitos. La terapia consistirá en un viaje en barco rumbo a la India en 1841, pero luego de una escala en las islas Mauricio, en pleno Océano Indico, el poeta maldito retorna a Francia y a sus antiguas costumbres libertinas. Allí sigue frecuentando los círculos literarios y artísticos, escandalizando a todo París con sus abyectas relaciones con damas como Jeanne Duval, la hermosa mulata que le inspiraría algunas de sus más brillantes y controvertidos versos.

De su libro Las flores del mal, un poema llamado obsesión:

“Vosotros, altos bosques, me amedrentáis como catedrales;
aulláis igual que el órgano; y en nuestros corazones malditos,
cámaras de duelo eterno donde resuenan antiguos estertores,
se repiten los ecos de vuestros De profundis.
¡Océano, te odio! Tus brincos y tumultos
los encuentra mi espíritu en sí; la risa amarga
del hombre derrotado, llena de sollozos y de insultos,
yo la escucho en la risa tremenda de la mar.
¡Cómo me gustarías, oh noche, sin esas estrellas
cuya luz habla un lenguaje consabido!

¡Pues yo busco el vacío, y lo negro, y lo desnudo!
Pero las tinieblas son también ellas lienzos
donde viven, brotando de mis ojos a miles,
seres desaparecidos de miradas familiares.”

Para algunos genealogistas literarios, Baudelaire aparecerá ante los ojos de la crítica como una especie de bisagra, entre el pasado y el presente futuro para la literatura. A partir de él, además por la penetración y claridad de sus observaciones y por la novedad de su poesía, se abre toda una corriente que, pasando por el romanticismo, el simbolismo y el surrealismo, se alojará en la poesía moderna y contemporánea. Por otra parte, la corriente del “arte por el arte” y la del parnaso tendrán en él, a uno de sus principales exponentes.

Baudelaire coincide con el romanticismo en la concepción del poeta como un ser excepcional, pero mientras para el romántico el poeta tiene una misión divina, para Baudelaire el poeta dará testimonio del dolor y de la dignidad humana en medio de los llantos de los seres marginales, anónimos y abyectos que producirá la ciudad de su tiempo. Baudelaire también coincide con el romanticismo en la elección de algunos temas, pero difiere en el enfoque que le da a los mismos. Los románticos buscarán refugió en la naturaleza, la cual sienten como su protectora y en ella proyectarán sus sentimientos.

El poeta maldito no podrá hacer lo mismo, pues el progreso ha contaminado la naturaleza, esta ya es artificial y la ciudad la ha desplazado. En medio de la ciudad, el autor encontrará otra belleza, la de la ciudad y sus contrastes, por eso se lo ha catalogado como el poeta de la modernidad, capacidad de ver en el desierto de la gran ciudad no solo la decadencia del hombre, sino también una belleza misteriosa y hasta entonces no descubierta.

Supo administrar su condición de poeta maldito, pero al mismo tiempo lo evito. Así lo explica muy bien Jean-Paul Sartre en su ensayo sobre el poeta y lo ratifica el mismo Baudelaire con determinadas actitudes. En 1863 quiso ocupar una vacante en la Academia Francesa y Sainte-Beuve, crítico de críticos, lo consideró una mofa, casi un experimento sociológico, de un nombre inexistente para las más altas instancias porque su obra fue incomprendida para su tiempo. Son las nuevas generaciones las que han reivindicado su nombre. Son los jóvenes lectores los que aún se embriagan con sus versos, se excitan por sus descripciones y sienten náuseas por sus ambientes.

¡Oh mártires, oh vírgenes, oh demonios, oh monstruos,
cuyas almas tan grandes la realidad desprecian,
satiresas, devotas en busca de infinito,
ora llenas de gritos, ora llenas de llantos,

a vosotras, que mi alma persiguió en vuestro infierno,
amo, pobremente hermanas, y a la par compadezco,
por vuestras tristes penas, vuestra sed insaciable
y las urnas de amor que vuestros pechos colman!

El poeta murió bajo el influjo de un amor contaminado en 1867, perturbado por una enfermedad venérea que también pudo afectar su cerebro, la sífilis. Ya no importa si su poesía se produjo bajo la embriagues o la sin razón, solo que su voz sigue siendo un canto para los condenados a vivir en un jardín de flores marchitas y rotas, por el uso de pasar de una mano a otra. Sus restos reposan en una modesta tumba en el Cementerio de Montparnasse rodeado de otras importantes figuras de la historia y de las letras. Permanentemente, los visitantes llevan flores a la tumba del jardinero, de las célebres Flores del Mal.

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