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PREGONES DE CUARENTENA

En el año 1.995, visitaba Villamanrique de La Condesa, un pueblo cerca de Sevilla, España.

Llevaba una encomienda que enviaba don Efraín Arce Aragón, ese magnífico hombre de las telenovelas antioqueñas. Tenía en este pueblo un compadre actor, a quien llamaban El Moro que, con su mujer Conchita, realizaron una serie de televisión titulada: “Conchita y Luis, un Matrimonio Feliz”; los libretos los escribía el maestro Efraín. 

Aproximándose la fecha de mi viaje, me dijo:

 –Señora, si va a pasar por España por qué no me les lleva la garrafita de ron a mis compadres. 

Allá llegué un día de la “raza” y en medio de un majestuoso desfile. Mientras esperaba a que Conchita y Luis llegaran a recogerme, me senté en un parque a descansar de la pesada “garrafita”. Vi venir un grupo de gitanas pregoneras, todas vestidas de floripondios sevillanos: pañoletas, mantillas bordadas y una canastilla llena de flores, sostenida con una mano en la cintura y, con la otra, ofrecían un ramito de pino verde. Me sentí transportada a todo ese mundo misterioso de los gitanos. De pronto empezó la más vieja:

Laj  floreeeeeeeee
Yo le vendo laj floooooooreeee
La floreeee ma linda de Andalucííííía… 
La que no tenga nooooovio
La que se le fue el marííííío
La que ejteeeee en relacioneeeee
Veintidoj añoooo   seguííííos.
Y se aorne la cara
Con ejtoj claveleeee míííííos…

Aquí apareció mi dicha, lápiz y papel, porque ¡esta oportunidad desaparece!

Esta grata recordación me ha llegado por razones del confinamiento y de algunas rutinas que estamos experimentando. A diario desfilan las ofertas de servicios y productos, gracias a Dios, para facilitarnos la vida en el encierro. Todos los días entre nueve y diez de la mañana escuchamos al primero:



Oído Pueblo, aquí traigo los tamales montañeros de Santa Elena, calienticos, acabaítos de salir de la olla.”

Llévelos a cuatro mil pesitos. ¿Qué trae un tamal de cuatro mil pesos?

Un tamal de cuatro mil pesos trae: papas, zanahoria y arveja, carne de marrano, costilla y tocino.

¡Oído Pueblo! ¡Despierten que es la hora del desayuno con un tamal delicioso, calientico, acabao de salir de la olla!  Dese gusto, ¡no se lo pierda!

Bueno Pueblo, ya me voy, se perdieron el tamal delicioso de Santa Elena.

Tengo una amiga que vive en el Barrio Fátima, así, de mi edad, rondando los ochenta; nos saludamos a diario:

No querida — me dijo—, no ves que no pude dormir hasta tarde, este hombrecito de los tamales me despertó; me asomé y le dijeOíste, ¡vos por qué me tenés que despertar con esa bullaranga!  No te has dado cuenta de que este es un barrio de viejos, y nadie come tamal…  Nooo mijo ¡qué pulmones los que tenés… vas a acabar con la voz! 

No señora —le respondió él—, esta no es la voz mía. Es una grabación que tiene la corneta. Vea no es sinooó apretar este botoncito y ahí mismo sale el pregón. 

Bueno, tome haber esta moneda, y arrodíllese pa creerle que están acabaítos de salir de la olla.

Después pasan los de la gaseosa:

Buenos días… venimos de parte de la compañía Postobón, ofrecemos promociones de gaseosa, cervezas, agua, Mr. Tee, Gatorade, Bretaña, Agua con gas, con azúcar y sin azúcar…acérquense al vehículo y lo atenderemos.

No ha pasado una hora cuando aparece la carreta con las frutas, empieza la retahíla:

Papayaaa, melónnnn y mandarinaaaa dulcesitaaaa.
Aguacate, aguacateee maduroooo, aguacateeee
La madurada piñaaa madura, piña maduraaaa…

Antes del confinamiento, venía y se cuadraba frente al edificio, Nicolás Uriel Molina Holguín, ponía a descansar la carreta del reciclaje que recogía en un costal gigante, sacaba la botellita llena y tomaba un traguito. Le comenté al portero: 

– ¡Ve!, tan bello como carga su agüita

No, señora, no crea, eso es aguardiente.

Él se paraba como un artista, empuñaba la mano izquierda a manera de micrófono y comenzaba a cantar boleros de viejo cuño.  Imitando cantantes famosos de la época como Daniel Santos, Orlando Contreras, Nelson Pinedo:

Yo no he visto a Linda
No dejó una huella
Nadie sabe de’lla.
Desde que se fue.

También tenía en su repertorio: “La copa rota”, “Arráncame la vida”, “Esta noche tengo ganas de buscarla”.

Y en un arranque de nostalgia una vez le tiré un billetico. Le dije al portero:

 –Que me cante Señora Bonita. 

El hombre recogió el billete, se santiguó con él, lo besó y después comenzó un discurso de lo más entretenido:

Yo soy Nicolás Uriel Uribe Holguín, para servir a ustedes y a la bella dama que me quiso ayudar.  Mi único objetivo es complacer a mis oyentes. No pido limosna, no soy mendigo ni ladrón.  Lo fui cuando estuve catorce Años en   El Cartucho.  Vi correr mucha sangre. Todo eso y lo que me hicieron me dañaron la psicología. Fui escolta de presidentes de la República, les alegraba la vida cantándoles boleros. Tengo a mi madrecita postrada, no me puede ver, porque se avergüenza de su hijo calavera. Todos mis hermanos son gente con cerebro. Yo soy ecologista porque mi oficio es recoger la basura para limpiar el planeta. No cobro ni pido limosna, y si tiran los libros yo los leo antes de votarlos. De la vida aprendí que valen más unas gotas de verdad que un océano de mentiras. No tuve hijos porque mi sangre es de reyes y ninguna merece mi gota, y a mi nadie tendrá que reclamarme nada. La última compañera con la que conviví me abandonó, porque con el tiempo descubrí que cambió el reinado por el cobre, que era resabiada, traicionera y malvada. Me considero feliz, porque tengo virtudes… –Y Remató con un bolero de Charles Figueroa: 

“Busco tu recuerdo dentro de mi pecho,
De nuestro pasado que fue de alegría,
Pero solo llegan a mi pensamiento,
Grandes amarguras para el alma mía.”

Nicolás no volvió, seguramente por el confinamiento… No siendo así, va a dejar un vacío de canciones ya olvidadas y una carreta que limpiaba el planeta.

Ya nada será igual, porque todos cambiaremos. Nuestras casas no volverán a tener tantos sobrantes. Nuestros roperos mermarán tantas hilachas. Y nuestros bozales ocultarán el colorete de las vanidades.

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